
LA CARTA
El cartero encuentra la carta en el fondo de su morral. La dirección un poco confusa: Bote del Ángel entre la Roca Bruja y los Pinos, sin remitente. Está casi seguro de que no estaba cuando tomó el mazo de cartas por repartir, y decide entregarla antes que anochezca.
La Roca Bruja es una piedra grande que sale del mar con un pico en la punta como un sombrero cónico, y a su derecha se alzan los Pinos muy tupidos. Allí espera encontrar el Bote del Ángel, según la dirección de la carta, pero sólo está el mar, que le come los ojos de tanto mirar fijo.
<<Un bromista perdiendo el tiempo>> —piensa y regresa a su casa.
No puede dormir. Desde que se convirtió en cartero, el único del lugar, ha cumplido con la entrega de cada carta, y esta se le resiste. ¿Y si no es una broma? Quizás el dueño de la embarcación salió a pescar para volver en la mañana.
<<Cuando amanezca iré allí>> —se dice.
Pero el cartero se deprime otra vez entre la Roca, los Pinos y el mar vacío.
<<Volveré mañana>> —promete.
Y lo hace. Regresa una y otra vez. Cada día pasa más tiempo frente al mar. Con los años olvida su trabajo y su hogar, se acomoda entre las rocas y come peces. El cartero ha encanecido y la barba es larga, parece un hongo mohoso cubierto de salitre, que espera.
Un día, casi a punto de perder las esperanzas, aparece el Bote en la lejanía.
El corazón del viejo cartero late muy aprisa mientras la embarcación se acerca despacio.
—Tu carta —dice con la voz temblorosa cuando el pescador lo mira—. Aquí está tu carta.
— ¡Ah! —dice el otro— gracias, pero no tiene ninguna importancia.
Regresa con pasos lentos al Bote que se aleja a prisa.
El cartero cae sin fuerzas sobre la arena. La carta, con el sobre ennegrecido, parece mirarlo desde sus manos temblorosas, y la abre.
Un olor suave a mariscos emana de la hoja en blanco, salpicada sólo por algunos granitos de sal.
PARIR TULIPANES
La noche separó mis piernas con sus manos de plata,
puntas de estrellas hincaron mis senos.
Algo suyo ha de habitarme y lo busca,
ahonda
exhala suspiros,
se enreda desde mi sexo hasta la garganta.
La noche vio a una mujer parir tulipanes rubios,
pujar un campo de yemas
con una lágrima roja en los pistilos.
Pero yo no recuerdo los matices de la luz,
ni germinan bulbos dorados en mis entrañas.
Abrazo la paz que petrifica,
aun cuando mis alas mustias,
me llevan al borde del abismo.
¡Pobre de mí, que no sé caminar en la planicie!
¡Ay de la sombra!, que quiebra su última carta,
ceñida al cuarto menguante de la luna
y se evapora como en un suspiro.
Soy la criatura que hizo llorar a la noche:
Mi corazón solo puede parir tulipanes negros.
PARIR TULIPANES / Audiovisual
Yuraima Trujillo Concepción (Cuba) : Poeta. Ha publicado los libros “La Noche es una Mujer” y “La niña de la casa grande”. Obtuvo el premio nacional Mundo Marino 2008; Mención en el Concurso Carmen Rubio 2022; Mención de Honor en el 79 Certamen Internacional “Camino de Palabras”; Premios en el “l Concurso Pasos de Océanos”; en el de relatos de la Fundación Ateneo de Triana y Benigno Vázquez.

