Por Yuly Andrea Durango Florez*
I. La reproducción técnica y la pérdida del aura en la mercantilización del ser
El modo de percepción de una época está condicionado tanto por los cambios que se efectúan dentro de largos periodos históricos, como los que se dan en la naturaleza o en los diferentes modos de vida propios de los colectivos humanos. El declive del arte aurático como antiguo modo de percibir ha repercutido en la decadencia del aura como un modo de percepción de la época actual. Esta decadencia actual del aura permite comprender el condicionamiento social en el que ésta se halla incrustada, al tiempo que deja ver las circunstancias que se derivan de ello. Benjamin, pues, no se está refiriendo a que la decadencia actual del aura sea consecuencia de la aparición de nuevas tecnologías de reproducción, sino que el empleo de éstas en la época actual, “vanguardista”, no se ajusta a los conceptos de la unicidad, de valor imperecedero o eterno, propios de la obra de arte aurática, pues éstos son excluyentes y ponen al arte al servicio del culto, de lo mágico, lo misterioso u oculto.
En este sentido, cuando Benjamin sostiene que “[a]proximar” […] las cosas hasta sí es para las masas actuales un deseo tan apasionado” como lo es igualmente “su tendencia a intentar la superación de lo irrepetible de cualquier dato al aceptar su reproducción” (Benjamin, 2012, 57), pone el énfasis en la pérdida de la experiencia de lo irrepetible frente a la masificación de la técnica que se repite y se globaliza mediante la mercantilización del arte. La destrucción del aura que se hace evidente por la implementación de las técnicas de reproducción de la obra de arte tiene dos consecuencias importantes. La primera, es la de que “[a]proximar las cosas hasta sí”, indica una ruptura entre el arte y la tradición, una escisión entre la imagen y el ritual.
La desacralización de la obra de arte significa, por un lado, el quiebre de una lejanía propia del arte aurático, y por otro, aumenta la posibilidad de la apropiación del objeto artístico por parte de las masas. Esta reproducción técnica de la obra de arte es la que permite la liberación del objeto de su envoltorio del contexto del ritual, de su servicio a lo sagrado y lo expone a la profanación en la que se quiebra el recipiente aurático de la obra.
La irrepetibilidad de la obra de arte tiene su sentido en la integración a la tradición, al culto. Para explicar el valor auténtico que tiene el ritual, el de su valor de uso originario, Benjamin pone el ejemplo de la diosa Venus en la cultura griega. En ésta, Venus era un objeto de culto; mientras la Venus medieval era vista como un infausto ídolo. Sin embargo, ambas imágenes de Venus comparten una característica, la irrepetibilidad propia del aura. Por esto, el arte más antiguo nació al servicio de un ritual, primero mágico, y más tarde religioso. Benjamin hace un énfasis en caracterizar el modo aurático de la obra de arte siempre ligado a su función ritual, porque es en su fundamentación ritual en donde tuvo su valor de uso originario.
De este modo, la historia parece disputarse entre dos polos dentro de la misma caracterización y recepción de la obra de arte. Estos dos polos son el valor cultual y el valor de exposición. Al primero corresponde la subordinación de la imagen al servicio del culto o de lo mágico; este valor ritual al exigir que la obra de arte sea mantenida en lo oculto, no permite su exposición.
Por el contrario, el valor de exhibición, con la emancipación de los procedimientos artísticos del arte aurático, y el paso a las diferentes técnicas de reproducción de la obra de arte, aumenta las posibilidades de que sus productos sean exhibidos, sean intercambiables. Si bien Benjamin manifestó nostalgia ante la pérdida de la autenticidad de la obra de arte, ésta pérdida logró verse justificada en “las posibilidades emancipadoras que percibía en la desaparición de lo que denominaba el ‘aura’ de la obra de arte” (Zúñiga, , 56) .El uso originario de la obra de arte que pone al hombre en contacto con una lejanía irrepetible, con un mundo espiritual, con una experiencia invaluable, es suplantado e incluso degradado a un valor de intercambio, de prestigio, de coleccionista, es lanzado irremediablemente a la dimensión del fetiche.
II. La actualidad del arte en un mundo globalizado
Es indudable que una reflexión como la que hace Benjamin sobre el destino de la obra de arte está determinada por las condiciones de la época. La situación política, económica y social de su tiempo no solo determinó su diagnóstico sobre la obra de arte y el ser en general, sino que además sirvió de base para hacer un pronóstico acerca del devenir de la obra de arte y de la humanidad en general.
En un mundo donde la técnica invade todos los sectores de la acción humana no se puede esperar que el arte permanezca inmune a los oleajes de la civilización. Si bien se puede aceptar que la mercantilización del ser amenaza con una entrada irremediable en una realidad desenfrenada donde todo se vende, se arregla, se prepara, también hay que esperar que la obra de arte y el ser humano en especial conserven algo de su originalidad.
La actual tendencia global que lanza a la humanidad en general, y a la obra de arte en particular, a conformar un tejido comunicacional y democrático, impone retos especiales. La técnica actual se impone como lo necesario de la totalidad y como el peligro real que se manifiesta en la subyugación de lo real y de lo verdadero por parte de la técnica, la economía y la política internacional. Hay que estar informado de todo, formado en todo, y en ese sentido, la recepción del arte es un aspecto esencial de la cultura globalizante actual que convierte en común y cotidiano lo que antes era lo maravilloso, lo misterioso y lo oculto.
En todas partes hay exposiciones y el ser humano también está expuesto en todas partes, la intimidad se ha convertido en un antivalor y se pretende hacer del propio ser y del mundo un espectáculo abierto las veinticuatro horas al escrutinio general. Hay que entender que en un mundo democrático es loable respetar el derecho general del acceso a la cultura, pero hay que tener cuidado de no convertir el derecho en una forma de imposición de una visión general viciada por el desenfreno y la enajenación.
Sin embargo, no todo está perdido, la resistencia sincera de los seres y de sus obras a dejarse arrastrar hacia tendencias globales, económicas, políticas y sociales, convierte a lo aurático en el horizonte donde se puede inscribir la diferencia radical del ser, de la obra y, también, de la libertad.
En un mundo donde la copia es la regla, la monotonía y lo absoluto, se hace necesario tomar posición y resguardar lo más propio como aquello inalienable y verdadero. Lo que podemos nombrar como lo más propio es la experiencia irrepetible que tenemos no solo en relación con nosotros mismos, sino también con ese otro que encontramos en el camino. Esto es lo verdaderamente aurático, como afirma Parra, según el cual “[e]l otro presente ante mis ojos, en su cercanía, me revela lo irrepetible…” (Parra, 2007,138).
En este sentido, se debe esperar de la obra de arte una resistencia radical a la copia o, al menos, que frene la tendencia global que pretende banalizar todo con la excusa de exponerse sin reservas. Hay que esperar que tanto la obra como el ser humano recuperen su valor originario, su cualidad aurática.
Bibliografía
Benjamin, W. (2012). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Madrid: Abada.
Parra, M. (Noviembre, 2007). El aura en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Grafía, 5, 133-139.
Zúñiga, L. (noviembre, 2008). Arte y modernidad en Benjamin: un análisis a partir de La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica. Grafía, 55-63.
Yuly Andrea Durango Florez. Poeta de Medellín. Graduada en Filosofía por la Universidad de Antioquia con el trabajo «El rostro de la palabra. Diálogo entre la filosofía de Emmanuel Levinas y la poesía de Antonio Machado». Siente un especial interés por la poesía rusa y de entre guerras (Ajmátova, Tsviétaieva, Paul Celan). Directora de la Revista Literaria Ouroboros (Medellín) desde 2016. Trabajó como coordinadora pedagógica de procesos de comunicación comunitaria (2019, 2018). Ha participado en eventos poéticos como el IV Encuentro Internacional Poetas al viento (2020), Tercer Congreso Internacional Cultura Viva Comunitaria (Quito-Ecuador, 2017), Primer Festival Literario Ouroboros (2016). En 2018 publicó su primer libro de poemas «Huella de aliento» con la editorial independiente Ouroboros. Actualmente es coordinadora del programa literario Poesía Life 2.0.