Lejos de ser un simple fenómeno lingüístico, la voz aparece como signo del deseo, como medio de comprensión y de manifestación de la individualidad propia a través de la exposición de la historia individual. De la misma manera, la voz es lo que permite reconocer al otro en su diferencia y en su condición de ser humano.
La voz también es la palabra y el discurso que permite la reflexión, el reconocimiento y expresión de los sentimientos, y da cuenta de un ser que mediante el uso de la palabra puede acceder a su condición mortal y de libertad.
Libertad de la voz
Es precisamente desde la libertad que nos propone la voz, que un ser puede elegir su propio camino y afrontar los designios del destino o del domino del otro. Tomar una posición activa frente a la existencia solo es posible, en este sentido, desde la apertura existencial que la voz inaugura.
La voz que surge del rostro nos da la posibilidad de vislumbrar el infinito que constituye el otro en su radical diferencia. La voz nos revela la belleza de lo inaprensible, de lo que se resiste a convertirse en objeto.
A la inversa, la negación y la privación de la voz nos expone el panorama de la incomprensión, de la esclavitud y de la pasividad ante el universo. Sin la voz no hay historia, no hay sujeto sino un objeto que flota a la deriva del dominio ajeno.
La voz aparece como lo extremadamente frágil de la humanidad, se constituye como esencia, pero una esencia que corre el riesgo de su desapropiación: la voz es cualidad frágil que se expone a su marginalidad.
Reconocer y ser otro
El reconocimiento que brota de la voz permite, precisamente, el encuentro con el otro y en esto se nos muestra esencial para la vida. La vida de hace siglos y la actual solo se nos hace llevadera y digna en la medida que compartimos y nos relacionamos con otro que no se reduce a objeto y que antes bien se revela como sujeto de la diferencia.
Solo por la mediación de la voz es que conservamos nuestra condición de seres del deseo y de la libertad. En una sociedad que parece repetir la historia y que arroja al ser humano, especialmente a la mujer, a la deriva de la economía y de la guerra, conservar y defender la especial condición de la voz es fundamental y se erige como un reto de pura actualidad.