La poesía es un arte de la acción.
El poema no es dado en forma definitiva, no se presenta como un todo.
El poema permanece oculto y busca su revelación. La revelación solo desvela fragmentos del poema general.
El poema está cerrado y corresponde al poeta abrirlo.
El poeta prepara la llegada del poema mediante un esfuerzo de renovación permanente. Cada renovación apresura la llegada del poema.
El poeta sabe que no puede expresar la esencia de la poesía. Su sabiduría o fuerza visionaria está determinada por la analogía, esa nave que zozobra en los celestes mares del lenguaje.
El poeta ve en la poesía el origen, la fuente. Esta fuente es el nombre del poema, pero ese nombre se escapa. Para el poeta el nombre del origen ha sido y será desconocido. Ese nombre es meditación del misterio: silencio.
El poema es revelación del silencio. Cuando el poema se revela, la naturaleza y el universo guardan silencio, el poeta grita traspasado por la revelación.
La religión del poeta es la poesía y su oración fundamental el poema.
El poeta no sólo escribe su poema en esa realidad que percibe como mundo exterior, sino también en las profundidades de su ser donde queda grabado con tinta dorada.
El poema se compone esencialmente de luz. El poeta busca llenar de luz tanto a la realidad visible e invisible del mundo y la sociedad en que habita, como a sí mismo: el poeta busca llenarse de luz (luminopatía).
Cuando el poeta se queda ciego y no puede ver la luz del mundo, es porque él mismo se ha hecho luz. El mensajero se convierte en mensaje.
Con la ceguera el poeta experimenta un alto poder visionario. Percibe que la luz del poema es muy distinta de la que captaba su sentido ordinario. La luz del poema es más intensa que la ceguera del poeta. El poeta ha perdido la vista y ha ganado la visión. Ahora está abierto a la luz porque ha quedado cerrado para las sombras.
El poeta va quedando ciego porque deja de percibir lo que todo el mundo percibe y lleva su atención a la luz del poema. De sus dos ojos el hombre tiene uno que mira hacia fuera y otro hacia adentro. A menudo la pérdida de uno favorece la visión del otro. Pero en tierra de ciegos el poeta es aquel que puede ver la luz con ambos ojos.
La poesía tiene el poder de superar las versiones que da la ciencia o la religión sobre cada aspecto del universo. Pero la poesía no centra su atención en esos asuntos, porque su objetivo sigue siendo la acción creadora.
El poema conduce a la profundidad de todas las cosas y se hace verdadero porque se entrega, para que así su valor creador no pase por ser superficial y engañoso, sino que produzca una visión, un sentimiento, una acción. Cuando el poema se entrega se convierte en alianza, en alianza creadora.
El poema exige una acción que apunta a su revelación en el otro y de esa acción, acción poética, se sigue una renovación.
La renovación que produce el poema hace que el poeta centre su atención, de modo permanente, sobre su propio obrar. De este modo atrae la realidad del poema hacia esa dimensión en que se despliega el poder creador.
El poema es la manifestación más alta y segura del poder creador. Su altura y seguridad dan valor y fe a la humanidad. Pero el poeta es quien trabaja para obtener su propia fe, de modo que aporta nuevas estrellas al universo para así iluminar su noche.
El mundo y la naturaleza se revelan como el poema. Ellos en realidad están ocultos en su evidencia, para que se manifiesten en su plenitud es necesaria la renovación de la luz poética.
La poesía por ser arte esencial es acción y luz, por eso puede parecerle peligrosa a un mundo de sombras. El mundo es un gran poema, pero para que el poema no pierda su fuerza de revelación es necesario renovarlo. Una vez renovado es vital continuar la inacabada tarea de su revelación.
El poeta busca descubrir los misterios de la poesía y por eso se sumerge por vocación en las profundidades del lenguaje creador. En esa inmersión la simple luz lo invade y se vuelve profeta y al final se ahoga en lo inefable, borracho de belleza y verdad.
El poema es una obra que se está haciendo de manera continua, a cada instante. Es una obra inacabada y en acto. El poema nunca está quieto y es muy sensible.
El poeta introduce en su obra la diferencia, la variación. Su obra es algo vivo, móvil. El poema no cesa, pues en tanto proceso creador realiza la aproximación al infinito.
Por medio del acto creador el poeta inscribe el triunfo de la vida, de la palabra, sobre la finitud del ser. En el poema la muerte es destruida.
Creación : Luis Eduardo Cano.