En San Cristóbal la vida campesina es parte de la tradición y de la identidad cultural, es crucial para la economía y la soberanía alimentaria. La cultura de paz se vive en la ruralidad de nuestro territorio, allí el encuentro con la naturaleza y el trabajo humilde generan valores que fortalecen la cultura de paz. Allí, en la vida rural el rol de la mujer y los valores en los que se desarrolla su vida hacen que sea difícil y al mismo tiempo elogiable su actuación individual y comunitaria.
Para la consolidación de una cultura de paz la comunicación comunitaria y el lenguaje cotidiano puede orientarse hacia el reconocimiento de la mujer rural como esencial para la construcción de tejido social y de valores comunitarios.
Desde acciones como el reconocimiento positivo de la mujer, basadas en las posibilidades de la palabra, contribuimos a la transformación social y a la resignificación de la mujer, esto es necesario en una sociedad que tradicionalmente ha subyugado y sometido a la mujer a ser objeto sexual, a no tener voz ni decisión, a no participar de la trama comunitaria, a no ser desde el lugar de madres y esposas, favoreciendo a una cultura machista que supone la superioridad de uno sobre el otro, propiciando el conflicto de intereses y manteniendo la condición histórica del poder.

(Marta Guerra, campesina de la vereda Boquerón, San Cristóbal)
Sin embargo, esas acciones y esos decires en los que se encasillaba a la mujer campesina y en los que se encubría la violencia y la vulneración de derechos fundamentales como la libre expresión, la educación y la participación, esos decires que desde la comunicación violenta generan conflictos, han sido transformados en nuestra actualidad por una cultura del derecho y un empoderamiento sobre el cuerpo y la psique de la mujer.
La comunicación para la cultura de paz busca ser garante de los derechos de la mujer y en especial de aquellas que han sido históricamente vulneradas, a través de la promoción de un discurso diferente en el que se reconozca el papel fundamental de la mujer como promotora de valores al interior de la familia, como educadora comunitaria, como guardiana de semillas y promotora de una economía alternativa.

(Las labores del día a día implican mantener el fuego del hogar. Marta Guerra junto al fogón de leña, vereda Boquerón.)
Al promover el ejercicio de los derechos y la dignidad humana la comunicación comunitaria quiere enriquecer con argumentos democráticos y participativos aquellos discursos que promueven la cultura de la equidad de género, la igualdad de oportunidades, la libertad de expresión, la manifestación de las emociones, la identidad y el disfrute sexual que vincula voluntad y respeto.
Con sus acciones a veces invisibles la mujer rural se constituye como subjetividad clave para la construcción de paz al privilegiar el dialogo sobre la acción inmediata y proponer una alternativa racional y emocional que genera espacios para la no violencia.

(La huerta donde Doña Marta Guerra cultiva de forma agroecológica)
La mujer en la ruralidad no solo merece el reconocimiento como garante de la identidad y de la paz en la familia, sino también como aquella subjetividad que ha podido superar las condiciones sociales, culturales y económicas para asi poder participar de las decisiones comunitarias en escenarios que vinculan la libertad de expresión y acción, la educación, la cultura, el arte y en espacios emocionales que aseguran el triunfo personal, la realización de sus sueños y la inclusión laboral.
Sin embargo, a pesar de las conquistas a nivel social y cultural, el lugar de la mujer en nuestra sociedad sigue siendo amenazado por prejuicios irracionales, por violencias cotidianas y silencios cómplices que hacen que la comunicación y la cultura de paz sea un ejercicio del día tendiente a dar soluciones y brindar garantías para la dignidad de la mujer.
COMPOSICIÓN AUDIOVISUAL
COMPOSICIÓN SONORA
(REALIZADA EN CENTRO EDUCATIVO FABIO ZULUAGA OROZCO, VEREDA LA PALMA, SAN CRISTÓBAL)
