Por Yuly Durango y Luis Eduardo Cano.
Olga Isabel Chams Eljach (Barranquilla, Colombia, 1922- 2009). Más conocida con el seudónimo Meira Delmar, poeta colombiana, una de las voces femeninas más importante de la poesía colombiana del siglo XX. Delmar, alusión poética que surge de su amor al mar, Meira, primero firmaba como Omaira por la cercanía de este nombre a su origen árabe. Hija de inmigrantes libaneses, Isabel Eljach y Julián Chams. Hizo sus estudios de secundaria en el Colegio de Barranquilla para Señoritas, luego estudió Música en el Conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico en 1940.
En 1942 publica su primer libro de poemas, «Alba de olvido». Este libro ha sido seleccionado entre los mejores libros del siglo XX en Colombia, entre los 20 correspondientes a la categoría de poesía, es la única mujer de la lista.
En 1962, Olga Chams viaja a Roma donde sigue cursos de Historia del Arte y Literatura italiana en el Centro Dante Alighieri de Roma.
De su iniciación en la escritura poética, Delmar refiere la escena de la infancia que determinó su camino en la poesía:
“Empecé a creer en la poesía una vez que estando en el aula de la pequeña escuela donde aprendí las primeras letras, vi filtrarse un rayo de sol por la ventana: finas partículas de polvo danzaban en el trazo luminoso, y repetían los colores del arco iris que, en ocasiones, solía aparecer después de la lluvia”. (2003, p.518).
Esta rememoración le permitió a Meira Delmar intuir que la Belleza era sinónimo de la poesía. La palabra y la naturaleza habitan el cielo, pero también la cotidianidad más cercana. En este sentido, Delmar considera la poesía como un viaje astral que permite rozar el misterio. El deber de la poesía se juega en la capacidad de impulsar la palabra a la trascendencia y convertirla en emoción.
A partir de este descubrimiento, la poesía se convierte en “río que desborda su cauce y corre libre”, lugar que reúne una multiplicidad de ritmos y pausas, la poesía como una sinfonía de la vivencia.
Primeras publicaciones
En 1937 publicó sus primeros poemas en la revista Vanidades de La Habana, empleando el seudónimo Meira Delmar, para evitar que su padre y sus compañeras del colegio descubrieran que Olga Isabel Chams era la autora de dichos textos. Este hecho, marca su nuevo nombre, Meira Delmar, seudónimo con el que siempre firmará su obra.
En aquella revista publicó los poemas: Tú me crees de piedra, Cadena, Promesa y El regalo de la lluvia.
Tú me crees de piedra... Y tengo en las pupilas para tus sueños locos mil horizontes amplios; y para las heridas que te dejó el camino el bálsamo caliente y uncioso de mi llanto
El poema: vivencia musical
La poesía de Meira Delmar nos presenta la luz diáfana de la naturaleza, la imagen translúcida de la divinidad que canta el instante. Tiempo poemático que despierta nuestros sentidos, que abre nuestras mentes. Estamos ante una poesía que habita el paisaje humano, que tiene en cuenta la soledad como constituyente de nuestro ser. De soledad a soledad, de cuerpo a mundo nos adentramos en el proyecto erótico de abrazar al infinito. Vamos al corazón del verbo a través de un paisaje marítimo, caemos en el olvido y recuperamos el rostro del ángel y la identidad. Rostro de la plenitud sobrenatural que pulsa en lo cotidiano. Unión mística o erotismo perpetuo, conciencia de ser y de pertenecer, amor sin apego, trigo acariciado por el viento. La plenitud del momento presente es el misterio del amor, la experiencia de ser otro y de esperar lo nunca acontecido. Vamos a percibir esa luz poética, reconoceremos el entorno del corazón sangriento.
La vida, los sentimientos y la naturaleza dan cuenta de una presencia oculta pero evidente, una presencia que llama sin palabras, un imán que atrae fuera del cuerpo. Amor y ausencia, yo y tú, vivencia de la separación, encuentro en el poema, triunfo sobre la muerte. Aquí acudimos a la dinámica del verbo herido por el sol, al agua clara y sonora, al ritmo del viento, a la tarde cromática de algún recordado pensamiento.
La palabra es encuentro, reconocimiento de una luz que nos habita antes del tiempo. Gracias a esa luz el yo lírico se proyecta al horizonte. La experiencia del presente puede recrear un pasado y anhelar un futuro a partir de la comprensión íntima del tiempo. Esta comprensión hace del paisaje exterior un espacio para el despliegue del cuerpo. Erotismo es pues relación y conocimiento.
Premios y reconocimientos
Entre los numerosos premios y homenajes que recibió en vida están los siguientes:
1971 – La Universidad del Atlántico le confiere el título de Doctor Honoris Causa en letras.
1989 – Invitada a formar parte de la Academia Colombiana de la Lengua.
2001 – Recibe la medalla de Honor al Mérito del Centro Artístico de Barranquilla.
1995 – La Universidad de Antioquia le otorga el VI Premio Nacional de Poesía en la Modalidad de Reconocimiento.
Obra poética de Meira Delmar
Alba de olvido (1942)
Sitio del amor (1944)
Verdad del sueño (1946)
Secreta isla (1951)
Huésped sin sombra, Antología (1971)
Reencuentro (1981)
Laúd memorioso (1995)
Alguien pasa (1998)
Pasa El Viento: Antología Poética 1942-1998 (2000)
Viaje al Ayer (2003)
Selección poética
La tarde Te contaré la tarde, amigo mío. La tarde de campanas y violetas que suben lentamente a su pequeño firmamento de aroma... La tarde en que no estás. El tiempo, detenido, se desborda como un dorado río, y deja ver en su lejano fondo no sé qué cosas olvidadas. El día vuelve aún en una ráfaga de sol, y fija mariposas de oro en el cristal del aire… Hay una flauta en el silencio, una melancólica boca enamorada, y en la torre teñida de crepúsculo repiten su blancura las palomas. La tarde en que no estás… La tarde en que te quiero. Alguien, que no conozco, abre secretamente los jazmines y cierra una a una las palabras.
Raíz antigua No es de ahora este amor. No es en nosotros donde empieza a sentirse enamorado este amor por amor, que nada espera. Este vago misterio que nos vuelve habitantes de niebla entre los otros. Este desposeído amor, sin tardes que nos miren juntos a través de los trigos derramados como un viento de oro por la tierra; este extraño amor, de frío y llama, de nieve y sol, que nos tomó la vida, aleve, sigiloso, a espaldas nuestras, en tanto que tú y yo, los distraídos, mirábamos pasar nubes y rosas en el torrente azul de la mañana. No es de ahora. No. De lejos viene –de un silencio de siglos, de un instante en que tuvimos otro nombre y otra sangre fugaz nos inundó las venas–, este amor por amor, este sollozo donde estamos perdidos en querernos como en un laberinto iluminado.
Huésped sin sombra Nada deja mi paso por la tierra. En el momento del callado viaje, he de llevar lo que al nacer me traje: el rostro en paz y el corazón en guerra. Ninguna voz repetirá la mía de nostálgico ardor y fiel asombro. La voz estremecida con que nombro el mar, la rosa, la melancolía. No volverán mis ojos, renacidos de la noche a la vida siempre ilesa, a beber como un vino la belleza de los mágicos cielos encendidos. Esta sangre sedienta de hermosura por otras venas no será cobrada. No habrá manos que tomen, de pasada, la viva antorcha que en mis manos dura. Ni frente que mi sueño mutilado recoja y cumpla victoriosamente. Conjuga mi existir tiempo presente sin futuro después de su pasado. Término de mí misma, me rodeo con el anillo cegador del canto. Vana marea de pasión y llanto en mí naufraga cuanto miro y creo. A nadie doy mi soledad. Conmigo vuelve a la orilla del pavor, ignota. Mido en silencio la final derrota. Tiemblo del día. Pero no lo digo.
El resplandor Nunca supe su nombre. Pudo ser el amor, un poco de alegría, o simple- mente nada. Pero encendió de tal manera el día, que todavía dura su lumbre. Dura. Y quema.
Destino Un día, para siempre, dejaremos la isla. Irán quedando atrás, perdiéndose en la niebla del otoño, las tardes en que ardía el sol, las noches enjoyadas, la vida. Y aquel amor que nos cayó en las manos, nunca supimos desde dónde, como una paloma de cegado vuelo. No volveremos, al partir, los ojos. Ni el corazón, herido, volveremos. El mar, al fin, recobrará lo suyo: tu camino y el mío, separados. Y otra vez nuestras naves harán la misma ruta sin jamás encontrarse.
Ausencia de la rosa Detenida en el río translúcido del viento, por otro nombre, amor, la llamaría el corazón. Nada queda en el sitio de su perfume. Nadie puede creer, creería, que aquí estuvo la rosa en otro tiempo. Sólo yo sé que si la mano deslizo por el aire, todavía me hieren sus espinas.
El llamado Oí dos veces mi nombre como si me llamaran desde lejos. Abrí la puerta. Nadie me esperaba. ¿De quién sería entonces esa voz sin presencia, sin arraigo tangible, de qué extraña región detrás del tiempo a mí llegaba, buscándome, para perderse luego en el misterio? Todavía hoy, cuando esto escribo, se me detiene un punto el corazón.
La señal Pronunciaré tu nombre en la última hora. Así sabrá la muerte dónde encontrarme cuando llegue.
Bibliografía
Delmar, Meira (2007). Alguien pasa. Universidad Externado de Colombia.
Jaramillo, María Mercedes. Osorio, Betty. Mier, Ariel Castillo. (2003). Meira Delmar: Poesía y prosa. Ediciones Uninorte, Barranquilla.
1 comentario en “Meira Delmar: vivencia musical”
Su poesía me sorprendió, jamás la había leído, pero encuentro una profundidad muy apacible, un dolor por el amor y una esperanza que guarda un corazón maduro para amar.