
DIDO
No hay más que decir, luego de rezar
los apuntalados versos del otoño.
En cada andén y en cada calle
supimos que la vida estaba descompuesta.
Y a ti, madre, sin que te lo dijeran,
entendiste que había que orientar tu sol
hacia tu porción de luna
con ese montaje de fulgor
te acompañamos a desfilar
hacia la lívida obediencia.
La obediencia mayor no la comprende el arcoíris
por eso la noche sólo se tiñe de silencio
o de quebrantos heredados por las abuelas Heroidas.
No hay más que decir,
ahora la mortaja de Dido
es nuestro único poema.
ESPEJOS
Desconocí mi cuerpo
cuando aún podíamos conjugar
el nombre de la abuela.
No me bastó abrir la ventana
para derramar lamentos.
El equipaje lo impuso la enfermedad,
el cuerpo roto,
y yo sigilosa quise esconderme del mundo.
Ampliada quedó la escenografía
para representar lo que el colibrí
nos hizo creer era ecuanimidad,
pero las gardenias se marchitaron
al proclamar tu historia.
Comí gardenias, lutos historia.
No había razón para brindar,
pero el vino entró a mi cuerpo.
Y en el espejo se reflejó el luto.
No pude hacer maletas para
partir contigo.
Sólo un poco de piel acechada
por mis propias manos.
En soledad volé a la tempestad,
mientras tu hija mayor
cada día preparaba
tu tranquila noche.
Se hizo invierno,
se volcó el otoño
y mi cuerpo aun sin equipaje,
viajó al silencio que significó la aurora.
NOCHE
La noche quedó sola
no la acompañan más sus fantasmas fieles
ríos color vértigo fatigan la memoria.
La noche queda sola
el rumor de las ausencias
es el único clamor de las lámparas quebradas.
Es cierto que se ha roto la luz exangüe.
Párpados cerrados listos para poblar naufragios.
No habrá isla cercana o distante
No habrá isla.
Sólo la noche sola
clavada en las palabras.
YO PARIRÉ
Ahora soy yo quien parirá los ecos de la historia:
nube revuelta como oleaje subversivo.
He dispuesto todo para su nuevo nacimiento
detendré con mi silencio las manecillas del invierno
y con pincel en mano,
bajo los puentes de la primavera,
me dedicaré a pintar sus nombres
en cada barda con olor a muerte
renacerá la cadencia de la voz
y las historias propalarán en mi habitación
la posibilidad de renacer en primavera.
Ahora yo pariré sus nombres
inventaré mortales ritos
para que el aire nos oculte
del ensordecedor ocaso.
María del Rocío García Rey (Ciudad de México, México, 1971). Doctora en Letras por la UNAM. Es autora del libro La otra mujer zurda, México Verso destierro, 2010 y de Mapa del cielo en ruinas, Mezcalero Brothers, 2014, Deseó Revolución, Cisnegro 2018, Hijas de la noche, Cisnegro, 2020 y La voz de mis muertos, Cisnegro 2023.En 2021 Hijas de la Noche fue seleccionada por DEMAC para formar parte de su acervo virtual.

