En San Cristóbal hay una tradición importante relacionada con el cultivo y la práctica de los saberes asociados a las plantas aromáticas y medicinales. Aunque el crecimiento poblacional y el desarrollo de obras de infraestructura han transformado el uso de la tierra y las costumbres de la comunidad, en algunas veredas se mantiene viva la cultura y se le da especial interés a la sabiduría de las personas. Las narrativas en las que crecemos como personas y como comunidad se construyen como un tejido viviente que nos vincula con el tiempo y la naturaleza.
En la vereda El Llano, la tradición de las plantas medicinales tiene aún una importancia vital en la dinámica del territorio. Allí, podemos encontrar varias familias que por generaciones han encontrado la sostenibilidad económica y ambiental gracias al cultivo de la tierra. Las huertas no solo nutren con legumbres y hortalizas a la comunidad, también albergan plantas que ayudan al mantenimiento de la salud. Es común encontrar cultivos dedicados exclusivamente a plantas como el romero y la albahaca, el laurel y el eucalipto. Lo interesante es que estos cultivos ayudan a mantener la economía de las familias campesinas, al tiempo que estas se hallan vinculadas mediante sus prácticas agroecológicas con el respeto del medio ambiente.
Nunca es tarde para cambiar
En esta vereda encontramos a un campesino que cambió sus hábitos agricultores tradicionales por otros que descubrió que le generan mejores resultados y le brindan más paz y armonía. Este hombre es Héctor Fabio Célis, quien siembra desde la edad de ocho años y hasta el día de hoy mantiene esta tradición ancestral. Vive en El Llano hace más de 50 años, razón por la cual es un testigo excepcional de los cambios que ha vivido su vereda y en general, todo el territorio aledaño.
Don Héctor cuenta que, durante su niñez y juventud, todos los campesinos sembraban limpio, sin venenos, ni agrotóxicos. Como muchos campesinos, este agricultor consideraba que sin venenos la tierra sería menos fértil y que la cantidad de productos de la canasta familiar se reducirían, aun así, se aventuró con la agroecología. Lo que primero aprendió fue el proceso de los abonos y cómo preparar compostaje. Al principio fue duro cambiar los abonos químicos, pero después de un tiempo el resultado fue maravilloso. La gente le preguntaba cómo obtenía una cosecha tan buena, a lo que él respondía que todo se debía a un buen proceso de abono y cuidado.
Él destaca los beneficios de cultivar limpio como la mejora de las cosechas, la protección del medio ambiente, del agua, de sus vecinos y de su familia, pues cuando usaba tóxicos los residuos de químicos quedaban en el aire y claro está, en los alimentos que luego se consumían. En su huerta era común encontrar verduras y hortalizas, pero debido a la inestabilidad de los precios y a la reducción de las ventas tras la cosecha, decidió dedicarse exclusivamente al cultivo y comercialización de plantas aromáticas.
Un cultivo sano es mejor
La huerta de Héctor Fabio Célis queda al lado de la calle que comunica El Llano con la autopista del túnel de Occidente, quienes pasan por allí no dejan de admirar ese cultivo de plantas frescas y llenas de color. En una pequeña parcela de tierra cultivada con esmero y dedicación, don Héctor tiene una gran variedad de plantas como la albahaca, el hinojo, el romero, el limoncillo, el laurel, el brevo, el tomillo, la hierbabuena y la menta. Y hasta flores como la rosa amarilla y la misma manzanilla que atraen diversidad de mariposas e insectos que embellecen su huerta y la convierten en un oasis libre de venenos.
La única planta que no puede estar en su cultivo es la ruda, porque le tiene respeto y le ha causado problemas de salud. Le gustaría tener más variedad de plantas y, así, ampliar su conocimiento sobre ellas. Así mismo, quiere conocer a otros cultivadores y afianzar lazos de amistad, pues nunca es tarde para aprender y conocer personas.

Este campesino le garantiza a la comunidad que su cosecha está libre de tóxicos y que ha sido abonada de manera limpia, pues sabe bien que lo principal es mantener la confianza con los consumidores de sus productos, brindarles la seguridad de no verse afectada su salud. Don Héctor vende manojos a precios módicos y cuenta que lo frecuentan personas de otros municipios para comprarle plantas y conocer su historia de vida.
Trueques y encuentros para vivir el patrimonio
Todas las plantas medicinales que encontramos en su huerta tienen una historia, algunas las obtuvo con amigos y conocidos; otras son el resultado del trueque, pues el intercambio de semillas es una práctica frecuente entre los campesinos de San Cristóbal. Poco a poco ha fortalecido su cultivo y la comercialización de las plantas.
Esas plantas que con esfuerzo cuida don Héctor están disponibles para quien las necesita, de forma que personas como él se convierten en depositarios de un saber que beneficia a sus vecinos y conocidos, lo mismo que a la comunidad en general. Él sabe que las plantas son importantes por el saber y las narraciones que surgen fruto de la experiencia, por ello recomienda su cultivo y uso. Ya sea que se empleen en infusiones o preparaciones alimenticias, estas plantas ayudan a su familia a mantener el bienestar.
Don Héctor con su práctica nos demuestra que la agroecología es una enseñanza para todos, para el que siembra, para el consumidor, para el vecino; todos nos beneficiamos de ella. Por eso invita a la comunidad a que se acoja a la agricultura limpia. De la misma manera reconoce que es muy importante que niños y jóvenes aprendan y reconozcan lo valiosas que son las plantas aromáticas y medicinales. Él es un referente de la agroecología de San Cristóbal, sobre todo en la vereda que habita donde, además, es reconocido por su amabilidad, por las historias que cuenta y por disponer sus valiosas plantas medicinales para el beneficio comunitario.

Uso tradicional de la manzanilla
La manzanilla (Chamaemelum nobile), es una de las plantas medicinales que encontramos en la huerta de Héctor Fabio Célis. Se usan sus flores en infusiones y es muy común para trastornos digestivos. Su grato sabor y suavidad al paladar es indicativo de las propiedades tranquilizantes que activa, pues no irrita el estómago, es relajante y antiinflamatoria. Las abuelas recomiendan por tradición esta planta delicada cuyas flores se disuelven en el agua caliente, tomando un color amarillo verdoso, ayuda a reducir la ansiedad y el estrés, refuerza el sistema inmunitario y calma los dolores menstruales.
Investigación y edición: Luis Eduardo Cano y Yuly Andrea Durango
Fotografías: Andrés Urán.
