
TE RECUERDO NEGRO
Te recuerdo negro, te recuerdo… El ocaso me remite a tu lejanía, esa que no veo, pero siento. Te imagino sonriendo en las calles trajinantes de tu pueblo y envidio la tierra bendita sobre la que posas tus pies. Mirar el atardecer y fundirme con el naranja de sus nubes, con el azul infinito de su cielo. Y es tan sencillo decirlo, las palabras me salen húmedas como los ríos que escuchas y bañan tu mulato cuerpo. Mi ciudad extraña tu vereda y te añoro. Repito tu nombre y lo escribo en las montañas. La promesa ardiente de un futuro juntos escrito en las hojas secas de un presente que nos exilió. Y te veo regresar siempre, y te vislumbro en los ojos de la gente. Esta angustia de saber que vuelves a mí para yo irme de ti. Seguro te dolerá un poco mi recuerdo, pero no te apures mulato no hay sentimiento tan profundo que con el tiempo no se apague. Yo llevaré tus imágenes colgadas en mi pared; les haré un espacio a las miles que llevo de vos, es la única forma de llevarte siempre conmigo; porque cada vez que volvías, más lejos estabas mulato, de mi sed ferviente y dolorosa de vos. Porque aun estando conmigo en las frías tardes de lluvia de un domingo errante tu mente divagaba en otros mundos, con otros cuerpos quizá. Quizá nunca estuviste conmigo en realidad. Te recuerdo aquí en mi pecho viviendo la noche; con el sereno danzando y rozando las verdes hojas de los helechos. Te recuerdo negro, te recuerdo; tus ojos verdes que llevan la selva con ellos. Esa misma selva a la que pertenezco y a la que vuelvo. Te dejo para irme con ella. Para fundirme en sus olores y tatuarme el alma con sus colores. Te dejo mulato mío, así como tú me has dejado tantas veces. Espero que las noches tibias que pases en la sierra te remita a mi aliento en tu pecho y a mis palabras como caricias a tu corazón.
MINUCIA
Y ahora que todo el mundo busca el desvelo de mis ojos. Ahora que me encuentro en un abismo. ¿A qué abismos debo asomar para encontrarte? ¿Dónde aprender el lenguaje que hablas? Eres invisible, una cruel silueta matadora y ausente. Con voz trémula desgarro el pensamiento coloquial y te pregunto: ¿Dónde has estado? Has vivido, has estado esperando, has desarmado motivos casi incaducables. Mi razón indefensa me pregunta: ¿Dónde has estado? Solo tú sabes la respuesta. Espero que me la des antes de que el anciano desgarre en un grito su arrepentimiento, antes que la última ave cante su dolor y arranque los clavos de sus alas. Condúceme a través de los silencios a abrazarte, a enaltecer el borde de tu ausencia.
CONFESIÓN
Y si te digo que las tardes de domingo no me hacen añorarte. Que cada segundo palpitante no me lleva hacia tu casa. Que tu figura se ha evaporado por completo de las calles. Que ya ningún lugar por el que camino se ha llevado el suspiro fugaz de un momento compartido contigo. Que la guitarra que se escucha en mi piso ya no desgarra tu voz. Que mi cama ya no extraña tu aroma y que mi cuerpo se ha acostumbrado a vivir sin tu calor. Y si te dijera que ya no despierto con tu sonrisa en mis ojos, que ya tus cabellos cobrizos y ondulantes no me devuelven la risa, que tus ojos cafés ya no reverberan el aroma fundido y deseante de las amapolas en mi jardín. Y si te dijera que ya tu boca, rosada y virginal no hace arder en mí, los más lascivos sueños donde te llevo de mi aliento, ya extasiada en mi vientre. Si te dijera sin tregua ni pausa todos estos versos indoloros, yo, sin duda, estaría mintiéndote en el alma amor mío.
MI VOZ
Mi voz volará y levantará el polvo de los hornos que calcinaron a los judíos. Mi voz enternecerá y levantará la cruz que marcó el fin de la vida de muchos. Mi voz se alzará y formará huracanes en las amarillas Arenas del desierto del Sahara. Mi voz no caerá como las torres gemelas, mi voz se levantará de entre las esfinges del inframundo como Lázaro lo hizo cuatro días después en su tumba. Mi voz volará como las brujas de la noche lanzando sus misiles mortuorios a los campamentos alemanes. Mi Voz morirá y resucitará dando cuenta de los secretos que envuelven a los dioses en triángulos de bermudas que desaparecen, mi voz descubrirá el motivo por el que Shakespeare dio vida a una Julieta que después asesinó con su pluma a causa de un amor imposible. Mi voz gritara a los oídos sordos de un Beethoven que jugaba con el son en las puntas de sus dedos. Mi voz será el tiro certero y libertador de Liudmila Pauvlochenco y será la voluntad que lleve al declive de un imperio. Mi voz será el arco del cacique Pipintá que lanzó con furia su flecha a los españoles que invadieron los montes Aguadeños. Mi voz no será nunca aprisionada ni manchada con sangre, mi voz será la revolución de Nadezhda Krúpskaya y mis manos al igual que las de ella construirán altares para los niños en medio de la guerra. Mi voz, mi voz, será las lágrimas de todas las madres de los soldados que murieron en la sangrienta batalla de Stalingrado. Mi voz romperá en sollozos la helada que vio congelarse a cientos de cuerpos que yacían esperando un cobijo, un lugar digno para morir. Mi voz, se alzará en las mareas de los océanos y derrumbará cuantos muros de Berlín se atraviesen. Mi voz construirá los cambuches de los desplazados en mi patria. Mi voz no callará, porque mi voz será el caos errante y la revelación de Dios en la tierra.
AGOBIO A MI ESCRITURA
Ya no sé escribir de otra forma. Me rindo ante el verso me rindo ante la rima y ritmo que compone una poesía. No nací para escribir versos. Las palabras brotan sobre mí como una cascada ardiente que no tiene espacio, se riegan y desordenan mi mente envolviéndola en un bosque de árboles maltrechos y mochos. Es mi forma vertiginosa de abrazar las palabras. Desechas y adjetivizadas, las palabras están hechas para nombrar, no hay de otra. Mi ser ha cobijado su amorfisidad y su inexistencia en esa Real Academia que decide si son aptas o no. Me gusta inventar palabras incoherentes que apellidan mi sentimiento contrariado. Mis palabras no serán nunca bucólicas, vanguardistas ni líricas. Mis escritos siempre serán la redundancia absurda y lógica de mis orines papayudos en esta tierra, del observar inalterable del absurdo y reincidente actuar humano. No le escribiré a Latinoamérica ni a sus dioses inmaculados. No le escribiré a la historia ni a sus pelados energúmenos. No le escribiré a la escuela ni a las quimeras de paz que nos venden con tamales regados de las manos podridas y corruptas de políticos invisibles y burlones. ¡No! No le escribiré a nada de esas falacias hipócritas y consumibles. Yo le escribiré a mis gatos, a los amores imposibles y derrumbantes, al vecino de al lado que hace florecer la tierra cada vez que pasa con su melena indomable y derrite mi cuerpo con su caminar. Le escribiré al dueño de la tienda, a la dueña de la chaza que vende chicha a mil. Le escribiré a los espíritus bohemios que comparten mi nostalgia y se aferran a la melancolía y el alcohol como un cachorro temeroso del mundo que sentencia su destino. Le escribiré al perro callejero y al gato libertino que camina las calles en busca de un sobrado de amor. Mis letras marcarán sepulcralmente la historia vacía de las vidas mortecinas que brindan su último aliento de vida al bucle inmensurable y agónico que hace de la vida un teatro arrogante e insufrible con su propio caminar.
MADRE
Madre intenta coserme un vestido con sus manos certeras que conocen mis medidas. Madre me espera envuelta en su manto de amor que siempre cobija encima de mí. Madre y una lágrima asoma en mi rostro, como una aguja que le punza cuando se avergüenza de mí. Madre, y mis facciones se desintegran al hacer una mueca que estremece su rostro de marfil y me ofrece sus manos, arrugadas y calurosas. Madre exorciza mis poemas. Mi sangre escondida que intento ocultar y que madre delata. Madre amasa con sus palabras los demonios que me desnudan en la madrugada. Amaita, raíz de mi tierra y sol de mi invierno. lugar de luz que siempre tendrá una puerta abierta para mí. Mi rostro siempre se inunda al nombrarla, porque madre es agua que baña mi obscuridad.
AZUCENA
Los días con ella emanaban un olor sutil a azucenas, un olor que se esparcía desde su cabello hasta las cavidades de mi fosa nasal. Un olor que derramaban sus manos, aquéllas que parecían árboles. Allí estaba yo disfrutando de ese aroma que convertía las rosas blancas en ornamentos para funerales. Así pasaba yo mis días al lado de ella, inhalando, inhalando. Para sorpresa mía ese bálsamo quedó impregnado, arraigado en mi arteria coronaria. Y allí está, aferrado a mis paredes, a mi pericardio, intentando asfixiarme. Si me preguntan, ¿Cómo sabes que está ahí? Simplemente diré que lo sé porque todos los días me levanto empapado en azucenas y desoladamente, sin ella.
LETARGO / AUDIOVISUAL
Eliana Andrea Jaramillo Giraldo (Aguadas Caldas, Colombia 1991) Comunicadora social, poeta y cantautora. Desde los dieciséis años comparte sus poemas en su blog. Voluntaria en diferentes procesos de base sociales de la ciudad, así como en algunos colectivos de poesía. Gestora de espacios de arte y recitadora de sus poemas. Realiza talleres de escritura para niños, niñas y adolescentes. Percibe la poesía como la expresión más ferviente de los anhelos de su ser y la manera más certera de confrontarlos. Fiel creyente de la escritura por y para el pueblo.

