Por: Luis Eduardo Cano A.
El Tigre ¡Tigre! ¡Tigre!, ardiente resplandor En los bosques de la noche, ¿Qué mano u ojo inmortal Pudo delinear tu terrible simetría? ¿En qué profundidades o cielos distantes Ardieron las llamas de tus ojos? ¿En qué alas a ascender se atrevió? ¿Qué mano osó tomar el fuego? ¿Y cuál fue el arte, cuál el brazo Que urdió las fibras de tu corazón? Y al comenzar a latir tu corazón, ¿Qué mano tremenda? ¿qué pies tremendos? ¿Cuál fue la cadena, cuál el martillo? ¿En qué horno estuvo tu cerebro? ¿Cuál el yunque? ¿Qué espantoso puño Pudo domar tus mortales terrores? Y al lanzar las estrellas sus lanzas Y regar con sus lágrimas el cielo, ¿Sonrió él al ver su obra? ¿Quien te hizo, también hizo al Cordero? ¡Tigre! ¡Tigre!, ardiente resplandor En los bosques de la noche, ¿Qué mano u ojo inmortal Pudo delinear tu terrible simetría ? (Blake, 2003, p. 133).
Este poema del autor inglés, William Blake, constituye el inicio de un viaje literario y arquetípico que tendrá diferentes destinos en la historia de la literatura. En especial destacamos hoy la influencia y el diálogo imaginativo entre las versiones y las ficciones literarias presentes en la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges. Recorrer los caminos de la metáfora y las formas míticas de la energía poética es una oportunidad para adentrarnos en el universo de la literatura, un universo que adapta y reimagina los temas para enriquecer el tejido del lenguaje.
El Tigre es uno de los poemas más conocidos de William Blake, quizá el más fascinante y el que más eco tiene en la historia de la literatura. Constituye un ejemplo de la maestría y el ritmo, pero sobre todo es una composición imaginativa de lo que se podría definir como una visión mística o una experiencia divina. Su maestría consiste en hacer bien las preguntas, de forma tal que podamos superar las descripciones superficiales y avancemos hacia la profundidad de la visión que no solo presenta o representa a un tigre, sino que lo reimagina.
Estas preguntas que se plantea un espectador del tigre y que nosotros como lectores hacemos, tienen en Blake una respuesta: La Imaginación. Blake intentó durante toda su vida responder a las preguntas más cotidianas y a las más humanas con un arte integral en el que la labor y el proceso son partes esenciales.
La Imaginación para Blake es la existencia y él pudo elaborar una visión propia de la existencia, una mitología personal. En su mitología, demasiado humana, los dioses responden a estados de la energía y de la mente.
El Tigre que nos presenta este poema hace parte del mundo de la Experiencia que en la mitología de William Blake es uno de los cuatros estados de la energía. Este tigre es forjado por una especie de Vulcano, un Herrero divino, una entidad que Blake denomina de diversos modos: Urthona, Los o Espíritu profético.
¿Qué mano u ojo inmortal Pudo delinear tu simetría terrible?
El tigre de Blake expresa la energía libre, peligrosa, indomable. Una energía atravesada por los contrarios, pues brilla en la noche con un resplandor propio que no está opacado por las tinieblas. Al mismo tiempo este Tigre que devora y acecha está relacionado con el Cordero, pues ambos fueron creados por el mismo poder. Nombrar al tigre es nombrar al cordero, pues sin contrarios no hay imaginación.
Mientras que el tigre de Blake anda libre por los bosques, el tigre de Borges está enjaulado, es presa de la cultura y la civilización. Es un tigre que tiene un eco divino, un dorado mítico que ha sido multiplicado por una Imaginación de la que ya sólo queda el recuerdo, la evocación una energía mancillada por la cárcel. Aquí los barrotes de la cárcel parecen remplazar los árboles del bosque:
EL ORO DE LOS TIGRES Hasta la hora del ocaso amarillo cuántas veces habré mirado al poderoso tigre de Bengala ir y venir por el predestinado camino detrás de los barrotes de hierro, sin sospechar que eran su cárcel. Después vendrían otros tigres, el tigre de fuego de Blake; después vendrían otros oros, el metal amoroso que era Zeus, el anillo que cada nueve noches engendra nueve anillos y éstos, nueve, y no hay un fin. Con los años fueron dejándome los otros hermosos colores y ahora sólo me quedan la vaga luz, la inextricable sombra y el oro del principio. Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores del mito y de la épica, oh un oro más precioso, tu cabello que ansían estas manos. (Borges, 2013, p. 380).
El tigre de Borges responde a la expresión original de Blake, es decir, que en ambos autores el tigre manifiesta la energía de la creación. Pero en Borges el terrible animal está sometido a la mirada, este sometimiento es al mismo tiempo una denuncia y una posibilidad de salvación. El tigre de la experiencia de Blake tiene en Borges una mirada alternativa, una revisión desde la literatura y desde la inocencia, de modo que ya no es el mismo tigre terrible, sino que puede ser un tigre amoroso:
EL TIGRE Iba y venía, delicado y fatal, cargado de infinita energía, del otro lado de los firmes barrotes y todos lo mirábamos. Era el tigre de esa mañana, en Palermo, y el tigre del Oriente y el tigre de Blake y de Hugo y Shere Khan, y los tigres que fueron y que serán y asimismo el tigre arquetipo, ya que el individuo, en su caso, es toda la especie. Pensamos que era sanguinario y hermoso. Norah, una niña, dijo: Está hecho para el amor. (Borges, 2013 p, 483).
En efecto, el tigre está hecho por el amor y para el amor, por una Imaginación que crea contrarios y que en este mundo de la Experiencia nos hace pensar en el Dios que habita en cada forma de vida, en cada corazón.
Uno de los cuentos más hermosos de Borges, “La escritura del dios” mezcla de una manera magistral el Tigre de Blake, el mundo de la Experiencia, la Imaginación y el deseo de libertad. En ese cuento Borges nos presenta a un hombre en cautiverio que busca a Dios a través de una escritura secreta. Aquí el tigre ha sido reemplazado por el jaguar, pero su función literaria sigue siendo la misma, es la expresión de un dios, es energía como palabra e imagen. Si William Blake escribió que gracias al poder visionario podía ver un mundo en un grano de arena, Borges pudo ver el universo en las manchas de un jaguar:
“Entonces mi alma se llenó de piedad. Imaginé la primera mañana del tiempo, imaginé a mi dios confiando el mensaje a la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas, para que los últimos hombres lo recibieran. Imaginé esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños para conservar un dibujo. En la otra celda había un jaguar; en su vecindad percibí una confirmación de mi conjetura y un secreto favor.” (Borges, 2012, p. 306).
Bibliografía
Blake, W. (2003). Canciones de Inocencia y de Experiencia. Madrid: Cátedra
Borges (2012). Cuentos completos. Bogotá: Lumen.
Borges (2013). Poesía completa. Bogotá: Debolsillo.
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