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EL ASESINO DEL PLANETA

Alguien podría ser este asesino. Tal vez se halla ahora soñando con el desenlace grandioso que satisfaría un instinto muy radical desde la entraña de la más ilustre de las bestias.
Esa bestia que algunas veces consigue trepar hasta un nivel humano. El Sumo Desposorio podría consumarse; instinto de muerte con apocalipsis -¡Te quiero, te destruyo, mi Planeta!
Nuestro asesino no es , por supuesto, el Demonio encarnado ni el Mal en persona. Mediocre, eso sí. Y vulgar como todo el mundo a sus horas de televisión, de pornografía. ¿Cruel?
Cruel en potencia acaso. Bien vestido. Un señor. Y técnico. Un técnico subalterno con deberes en despachos, en edificios oficiales.
Así, amasado con abstracciones, nutrido de papel y de número, sujeto dócilmente a la ficción sin imaginación, sordo a la ironía, el hombre se hunde en irrealidad, en su irrealidad.
Un vacío. Y de pronto, al borde de ese vacío, el poder. Conclusión: ¡si el poder invadiera ese vacío, si el vacío se fundiese con el poder! La mano del mediocre sobre la Manivela.
El poder, mucho más fuerte que los más potentes, juega a la utopía, a la cruzada, alumbra antorchas entre pirámides de negocios. ¿Y si los Átomos desencadenaran su científico furor?
Nunca faltan pretextos. Un avión derribado, una frontera violada, el honor de… ¿el honor? El honor del país. ¡Oh libertad, oh comunidad! Todos cierran los ojos. Y la catástrofe.
Suicidio planetario, pureza del no ser. O por odio. Y como experimento. Los hombres han convertido un acto siempre toda sobrehumana o inhumana posibilidad: una especie de destino.
Las bombas están ahí y aguardan su plenitud. Los medios pesan más que los fines. Y tú, mediocre asesino en potencia máxima, ¿vencerás a todos nuestros dioses juntos?

                              (Jorge Guillén )
¡Te quiero, te destruyo, mi Planeta!

UN ASESINO A LA VUELTA DE LA ESQUINA

El poema no debe generar desconfianza, pues la confianza es lo más difícil de lograr en nuestro tiempo. No debe sino alertarnos sobre una situación que crece cada día, la situación inexorable de perdernos entre nosotros. Y nos perdemos entre nosotros desde nuestra propia raíz, la raíz de nuestro ser, de nuestro yo personal o social.

Este asesino de posibilidad infinita se nutre de cada ser, encuentra su confort en la ceguera y en el seguimiento ideológico inconsciente, patrocinado por oleada de ignorancia y patrocinio ideológico que desde ojos demasiado cerrados aceptamos como si se tratara de la verdad. ¿Qué clase antinatural de bestia transmutada nos atrevemos a representar en pro de una idea económica o demasiado cubierta de poderes? ¿Qué sueños son esos que alimentan nuestra existencia a costa de cualquier otro? ¿con cuales argumentos nos atrevemos a desafiar el estatuto de derechos universales para justificar una violencia exacerbada?

Es cierto que hemos alcanzado un nivel casi inaudito de tecnología e innovación, pero hemos dejado atrás algo que quizá sea lo más importante para resistir como sociedad. El sueño y la quimera de nuestra humanidad está ahora bajo esa sombra tecnológica como un alimento que nos hace falta para reconocernos y encontrarnos como seres imaginativos y sensitivos.

Ambigüedad extrema esta destructiva y constructiva al mismo tiempo, ¿será posible vivir y servir a dos amos tan incongruentes? ¿Qué es lo humano y que lo bestial? ¿Podemos hacer una lista exhaustiva y excluyente que garantice nuestra posibilidad de ser y de no ser? En todo caso parece que se trata de evolucionar, es decir de seguir adelante y adelante. Este es un ensayo de ser y de no ser, pero hay que elegir un camino y una manera coherente en algún momento. Los momentos de revelación se mezclan con la muerte, pero es que hasta la muerte es posible ser evacuada por el poder de la técnica, o al menos eso es lo que la técnica pretende.

La bestia quizá alcance un poder civilizatorio inaudito. El ser humano, con toda su problemática, quizá pueda hacer una pausa, una pausa en medio del avance incontrolable. ¿Necesitamos una pausa? Querer y destruir es casi una obligación de nuestra agobiante necesidad de habitar. Vamos de un extremo a otro abismo, porque no conocemos límites y tampoco nos gusta que nos limiten.

No necesitamos buscar en la clase de mitología comparada ni en la metafísica de los griegos y latinos cristianizados para darnos cuenta con qué clase de asesino nos enfrentamos. No acudimos a los grandes mitos del retorno a sí, del yo mitológico y globalizado, o del personaje de barrio, bien vestido y con un cargo respetable, personaje de la politiquería y del poder amañado y sin sentido.

UN GRAN SEÑOR DE LA GUERRA

Este personaje se lo dejamos a la historia nacionalista o local que busca crear raíces mentirosas y manipular a los oyentes del gran anuncio. Porque crear mentiras verdaderas es el gran artilugio de los manipuladores. Ellos se creen los grandes divulgadores de la verdad controlada por el estado absoluto. Identificar a esos manipuladores es una gran hazaña, en especial cuando se disfrazan de chicos buenos y grandes benefactores de la perversión global. Hacen su obra a 360 grados encerrando a cualquiera que se les presente como diferentes y contradictorios. Y se presentan como el gran ejemplo de la porno miseria exclusiva de los estados. 

Su potencia y la nuestra, porque la suya es la nuestra: infinita. Un señor bien vestido, arreglado y enérgico, patético y bien pintado. Maquillado con una máscara privilegiada de negocios más allá de cualquier revisión fiscal, un perfecto lavador de datos comerciales y famoso entre sus amigos por invitar a los abismos oscuros y nauseabundos. Se trata de un muchacho bueno, hijo de uno sabe quién, casi no sospechoso de un crimen global. Señor de una comunidad extraña a la empatía y con debilidad mental. Y si ocurre un crimen o una masacre lo van a tener ahí, será el mejor ayudante, el amigo más fiel, aliado de una gran defensora de los derechos animales, o del falso solidario que se toma fotos con actos premeditados para la piedad global.

¿Y si los Átomos desencadenaran su científico furor?

¿ Será nuestro asesino un gran representante de la técnica, un profesional de la innovación mecanizada por los intereses estatales y económicos, alguien normalizado y normalizador ? En todo caso, alguien muy adaptado al aparato del gobierno de turno, incapaz de objetar y experto en asimilar. Nuestro asesino es una persona (mascara) cuerda, razonable, “perfectamente buena”, nadie sospecha que pueda ser peligroso, por su misma estrategia es un personaje gris que destaca en el fondo colorido por ser un “perfecto negociante”, “un gran empleado”, puede estar camuflado bajo las trincheras de una prometedora empresa, enarbolando las banderas de la comunicación y de la ideología política. Se trata en definitiva de alguien que se presta a la fiesta de la destrucción y del lavado cerebral porque su mentalidad es adecuada para la colaboración y el adoctrinamiento siguiendo el “buen juicio”. 

Estará nuestro asesino capacitado y preparado para cautivar grandes públicos, utilizará los avances de la ciencia y la tecnología para promocionar a la ciencia y a la tecnología como a sus jinetes apocalípticos. Dirá que su misión es social y objetiva, tendrá la “verdad” como su principal bandera, pero será la suya la única verdad y el resto será mentira.

A nuestro asesino planetario le parece que el dato es más importante que el relato, se concentra y difunde las cifras y las estadísticas de la vida y de la muerte, servidor de la economía hace del número un trono vacío al que sacrifica su propio corazón y el de todos aquellos a los que predica sus letanías estadísticas. Al sacrificar el corazón y erradicar los sentimientos, las emociones y los relatos en los que reconocemos nuestra experiencia interior, condenamos a los individuos y a las comunidades a caer en el despotismo y en la ideología totalitaria.

UN TÉCNICO SUBALTERNO

Las revoluciones tecnológicas que tanto insisten en conducir nuestra sociedad a un futuro de ciencia e innovación parecen abandonar aspectos tan importantes como la justicia, el amor, la empatía y la solidaridad. Rendimos culto a un futuro dominado por los algoritmos y el rendimiento económico y avanzamos con pasos agitados hacia un genocidio emocional. Las grandes empresas y los molinos multinacionales preparan sus aparatos de control y de evasión de la realidad motivando suicidios en masa en un mundo que no tiene lugar para lo humano.

Los partidarios de la razón tecnológica defenderán su empresa, sus negocios importantes y argumentarán con “buenas razones” que la sociedad debe avanzar, que la civilización debe continuar su obra, aunque sea sin nosotros. Mientras los dirigentes poderosos y los colaboracionistas del común preparan sus autopistas digitales y sus programas de dominación comunicacional y confort tecnócrata, comenzamos a entender que la vida del presente se juega a otro precio.

La desigualdad, el hambre, la soledad y la falta de sentido minan nuestras ciudades. Habitamos con una tecnología que de una u otra forma afecta negativamente nuestras relaciones humanas y con la naturaleza. Estamos privilegiando en cada una de nuestras acciones a la utilidad como medida universal, medida del yo ególatra y del “nosotros” cerrado a cualquier “ellos”.

¿Valdrá la pena vivir en un mundo donde todo es número, utilidad y ganancia? ¿será habitable un mundo donde seremos convertidos en cifras para nutrir un algoritmo?

EL ABISMO DEL PODER

El vacío profundo e interno, el desierto que crece adentro y afuera de nosotros mismos. Individuos y comunidades sedientas de ideas y respuestas erigen ídolos falsos, becerros huecos y miméticos , que se encargan de suplir la ausencia de bases imaginativas sustanciales que puedan dar colorido a un horizonte gris. Tenemos que darnos cuenta de lo que este vacío opera , pues de ningún modo es un vacío inocente y fuera de significación. Nuestro modo de habitar determina la responsabilidad y el anhelo de lo otro, pero si nos hurtan la responsabilidad nos niegan el anhelo. Y no somos responsables por falta de compromiso, sino más bien porque estamos comprometidos con causas egoístas que nutren ese gran monstruo llamado corrupción. Cuando ya no basta acudir al espíritu o al alma, sea por deterioro o abandono, entonces el poder viene a ocupar ese vacío, esa soledad existencial, ese abismo deseante.

Y en esta situación desesperada no nos atrevemos a cuestionar el estado de las cosas, porque seguir la corriente de la normalidad en un mundo corrupto es signo de cordura. Aquellos que se hurtan a sí mismos parasitando la sociedad se ocultan detrás de las máscaras del arte y la cultura y así dan la mano a aquellos a quienes los esclavizan.

Todos cierran los ojos. Y la catástrofe.

Aquellos que se envilecen con el terror arbitrario seducen a las masas humanas con programas de legitimidad y derecho, cuando en realidad atraen las energías a una trampa intelectual y a un suicidio colectivo. Su gran oferta es la de una solución total.

Nuestro asesino convence de fácil manera a los desesperados, los urge a la batalla y les promete bolsas de oro y tierras sin historia donde pueden crecer los hijos del miedo y apretar el botón de vez en cuando.

Ciegos a la tragedia humana que nos sobrepasa en lo cotidiano, nuestras sociedades procrean monstruosos ciudadanos dedicados a la barbarie de la economía inhumana. ¿Será nuestro destino servir como esclavos a poderes mayores? ¿Será superada nuestra imaginación como poder creativo y fuente de la empatía, por aquellas ficciones tecnológicas que imponen su sello en los cráneos de los recién nacidos?

Jorge Guillén (1893-1984), poeta español que vivió en tiempos oscurecidos por la guerra, padeció el exilio y debido a ello, afianzó una visión poética que critica el mundo del hombre alienado por ficciones culturales y que se ve orientado al abismo de la destrucción. Perteneció a la llamada “Generación del 27” y es reconocido por sus libros “Cántico” (1928) y “Clamor” (1963).

TEXTO: Luis Eduardo Cano Alvarez

Edición: Yuly Durango.

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