denise levertov

Denise Levertov: Poemas

Denise Levertov (Essex, Inglaterra, 24 de octubre de 1923 – Washington, 20 de diciembre de 1997). Poeta inglesa, nacionalizada estadounidense. Es la tercera hija de Paul Levertoff, un erudito y traductor judío jasídico, éste había adoptado el cristianismo de la Iglesia Anglicana y fomentó su interés por el misticismo de los hasidim. Su madre, Beatrice Levertoff, también cultiva el amor por las artes y la lectura de literatura.

Denise fue educada en casa y decidió convertirse en escritora a los 5 años. Se formó en su propio hogar. Su madre leía para toda la familia las obras de Joseph Conrad, Charles Dickens y Leon Tólstoi. Cuando tenía doce años envío algunos de sus poemas a T. S. Eliot, quien le respondió con una encomiosa carta de dos páginas. En 1940, cuando tenía 17 años, Levertov publicó su primer poema.

Escribió más de veinte libros de poesía y crítica. También hizo traducciones y antologías poéticas. Sus contribuciones sobre la música, afinando la terminología e idea de la poesía representaron un gran avance para la poesía moderna. Dos elementos esenciales fueron la forma orgánica y la pausa versal, a los que dedicó sendos estudios: «Algunas notas sobre la forma orgánica» y «Sobre la función de la pausa versal».

Algunos premios y distinciones que recibió a lo largo de su vida son:


• Premio Shelley Memorial
• Medalla Robert Frost
• Premio Lenore Marshall
• Premio Lannan
• Beca Guggenheim
• Beca del Instituto Nacional de Arte

En 1997, Denise Levertov muere a la edad de 74 años por complicaciones relacionadas con el linfoma. Fue enterrada en el Cementerio de Lake View en Seattle, Washington.

A continuación, algunos poemas de Denise Levertov, poeta inglesa de exquisita escritura y vanguardista en lo que corresponde a la estructura del poema. Su ruptura poemática es una clara muestra de su apasionada entrega a la profundidad emocional y al ritmo poético.

ALGUNOS POEMAS

¿Cómo eran?

¿La gente de Vietnam

usaba faroles de piedra?

¿Celebraban ceremonias

reverentes al abrirse los primeros capullos?

¿Eran propensos a reír apaciblemente?

¿Usaban hueso y marfil,

jade y plata, para sus ornamentos?

¿Tenían poemas épicos?

¿Sabían distinguir entre el discurso y el canto?

Señor, sus encendidos corazones se transformaron en piedras.

No se recuerda si en los jardines

los faroles iluminaban caminos agradables.

Tal vez se reunieron alguna vez para deleitarse con las flores,

pero después de que sus hijos fueran asesinados

no hubo nuevos capullos.

Señor, amarga es la risa en la boca quemada.

Tal vez un sueño hace tiempo. Los ornamentos son

para épocas de alegría.

Todos los huesos estaban carbonizados.

No hay memoria. Recuerda,

la mayoría eran campesinos, su vida

se desenvolvía entre el arroz y el bambú.

Cuando las nubes pacíficas se reflejaban en los arrozales

y los búfalos caminaban con paso seguro a lo largo de las terrazas,

tal vez los padres contaban a sus hijos antiguas leyendas.

Cuando las bombas destrozaron aquellos espejos

sólo hubo tiempo para gritar.

Permanece un eco todavía

de sus voces, semejante a una canción.

Diríase que su canto se parecía

al vuelo de las mariposas nocturnas iluminadas por la luna.

¿Quién puede contarlo? Ahora reina el silencio.

El secreto

Dos niñas descubren

el secreto de la vida

en el inesperado verso de

un poema.

Yo, que desconozco ese

secreto, escribí

el verso.

Ellas

me dijeron

(a través de un tercero),

que lo habían encontrado,

pero no explicaron en qué consistía,

y ni siquiera

cuál era el verso. Sin duda,

a estas alturas, más de una semana

después, han olvidado

el secreto,

el verso y el nombre del

poema. Pero las adoro

por haber encontrado algo que

yo no puedo hallar,

y por amarme

gracias al verso que escribí,

y por olvidarlo,

para que así,

mil veces, hasta que la muerte

las encuentre, puedan

descubrirlo nuevamente en otros

versos,

en otros

hechos. Y por

querer saber,

por creer que existe

tal secreto; sí,

por eso

sobre todo.

Los tiburones

Pues bien, el último día aparecieron los tiburones.

Aparecen unas aletas negras, inocentes

como para precavernos. El mar se vuelve

siniestro, ¿están en todas partes?

Créeme, dejan una estela de seis pies.

¿No es éste el mismo mar, y ya no jugaremos

en él como antes?

Me gustaba claro y no

demasiado tranquilo, con suficientes olas

para levantarme. Por primera vez

me había atrevido a nadar en lo hondo.

Vinieron al atardecer, la hora

del mar calmo con un brillo de cobre, aún no muy oscuro

para que hubiera luna, aún

bastante claro para verlos fácilmente. Negra

la afilada punta de las aletas.

Establecerse

Fui bienvenida aquí – al oro claro

del verano tardío, del otoño de estreno,

al águila del amanecer asoleándose en el árbol más alto,

a la montaña que se revela sin nubes, a su nieve

teñida de damasco cuando mira al oeste,

paciente, en su determinación, con el sol incansable

siempre asomando y ocultándose.

Ahora me es dado

probar el gris presagiado por todos,

un gris denso y helado a la vez. Me jacté de que no me importaría,

porque nací en Londres. Y no me importará.

Voy a poner manos a la obra

en mis días, vine a quedarme, no de visita.

El gris es el precio

de la vecindad con las águilas, de saber

de la presencia enorme de una montaña, véase o no.

La queja de Adán

Hay quienes,

no importa qué les des,

también quieren la luna.

El pan,

la sal,

carne blanca y roja,

y todavía tienen hambre.

La cama matrimonial

y la cuna,

siguen con los brazos vacíos.

Les das campos,

su propia tierra bajo los pies,

y aún se van por los caminos.

Y el agua: cava el pozo más hondo,

que aún no será suficiente

para beber en él la Luna.

Estancias en el mundo paralelo

Vivimos nuestras vidas de humanas pasiones,

de crueldades, sueños, pensamientos,

delitos y práctica de la virtud

en y al lado de otro mundo carente

de nuestras preocupaciones, libre

de ansiedad –aunque afectado,

sin duda, por nuestras actividades. Un mundo

paralelo al nuestro, aunque superpuesto.

Lo llamamos “Naturaleza” y sólo a regañadientes

admitimos ser también nosotros “Naturaleza”.

Cuando dejamos de lado nuestras propias obsesiones,

nuestros egoísmos, porque divagamos durante un minuto,

una hora incluso, surge pura (casi pura) la propuesta de una vida plácida:

nube, pájaro, zorro, el flujo de la luz, la danza

del agua peregrina, la gran quietud

de las efímeras hechizadas en una ventana iluminada,

las voces de los animales, el ruido mineral, el viento conversando con la lluvia,

el océano con la roca, el tartamudeo

del fuego con el carbón.

Luego, algo ligado

a nosotros, maniatado como un asno a su metro

de cardo y hierba roída, se libera.

Nadie sabe en verdad dónde hemos estado,

mas de nuevo regresamos, quedando atrapados

en nuestra propia esfera (adonde es preciso

volver, sin duda, para continuar nuestros destinos).

-Pero hemos cambiado, un poco.

Pensando en Paul Celan

San Celan,

estirado en la cruz

de la supervivencia,

ruega por nosotros. Tú

al menos no pudiste

aguantar más. Pero nosotros

vivimos y vivimos,

despreocupados en un mundo

donde los niños matan niños.

Nos sacudimos

el peso de

nuestro propio indulto,

prosperamos,

excedemos

nuestros días asignados.

San Celan,

ruega por nosotros

para que recibamos

al menos una herida,

azul, azul, inmarcesible,

nosotros que aceptamos la supervivencia.

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