En el Festival Literario Ouroboros 2022, «Memorias e identidades rurales», logramos integrar a diversos escritores, poetas y artistas que cada día se esfuerzan por aportar un cambio positivo en el territorio que habitan. Gestores culturales que con su hacer proyectan el corregimiento San Cristóbal como un territorio cultural.
Nos pareció un logro muy significativo vincular diferentes escritores y artistas del corregimiento con el objetivo de difundir el arte y la cultura que se realiza en estas montañas. Ha sido importante en este proceso fomentar la cultura, acompañada de un lazo de amistad que crece e influye el sendero artístico de una comunidad que reconoce que la cultura dignifica su vida y permite expandir sus espacios personales y llevarlos a esferas sociales en las que se transforma gracias a la otredad de la palabra, de la música, del hacer cultural.
A continuación, les invitamos a conocer una selección poética de las y los poetas que participaron en el Festival Ouroboros 2022: Mariana Balbin, Sara Marín, Santiago Castrillón, Valeria García, Carmen Álvarez, Marta Vélez, Danilo Arboleda, Luis Eduardo Cano, Yuly Andrea Durango, Camilo Carmona y Andrés Castro. Durante los encuentros creativos priorizamos la intención de que las y los creadores locales le hablen a la comunidad del proceso y proyecto de vida que han forjado en el arte y la cultura.
Nuestra comunidad crece en una cultura de lo escrito y de la imagen integrando la realidad cotidiana, el arte y la cultura, por eso agradecemos profundamente la oportunidad de los estímulos artísticos para hacer posibles proyectos que promuevan la participación y el reconocimiento de autores y creadores de la comunidad.
Selección poética
SARA MARIN OROZCO (Medellín, Colombia). Egresada de la Escuela de Agroecología de la Corporación Penca de Sábila. Oradora, dedica gran parte de sus ratos libres a escribir y leer, escritora y poeta empírica, gusta de los espacios al aire libre, la danza y la música. Ha publicado sus poemas en el libro colectivo Antología del amanecer de la editorial Ouroboros (Medellín, 2021). Participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022 “Memorias e identidades rurales”.
A las muchas que se visten en mí
Muchas se visten en mí,
al penetrar en su llanto
de alegría o melancolía,
las que revolucionan la lógica del mundo
en calidad de ser como son,
madres cabeza de familia
niñas alegres
y abuelas sabias,
maestras del arte de maternar en tiempos de crisis
muchas se visten en mí,
las que no dudan en revelarse al dominio del hombre
las diferentes, raras e histéricas
las que prefieren vivir en éxtasis divino
las brujas llevadas a la hoguera
y mi linaje femenino
hoy mi voz es eco
por las que sin chistar se les privó de su libertad,
por las que temerosas, se abstienen de salir al mundo
soy de una tribu de mujeres
de manos benditas, saberes y tiempo sagrado
mujeres que se creyeron alguna vez extintas
almas antiguas
de procedencia silvestre
nuestros pulsos se sincronizan
llegada la luna llena
y al paisaje se le suma
variedad de colores, olores y curvas
entre verde flora y fauna,
muchas se visten en mí
emergiendo de los ciclos orgánicos
de la naturaleza cambiante, impredecible y salvaje.
Dos en una
A veces sueño con su voz
y las veces que acariciándonos
nos quedábamos dormidas,
lágrimas iridiscentes caen a merced de matices y altibajos,
certezas e incertidumbres.
Hoy la vi rodeada de flores azules
joven, virgen y alegre
conmovida desperté,
por epifanías que llegan como prueba
de que la materia es engañosa,
pues ella sólo abandonó un molde
porque se adhirió a la creación.
Renace en las flores,
en las aves que le cantan al sol,
entre el valle y un cielo despejado,
ella es la luz y la flor,
la copa de abismo con que me embriago
sin mesura,
desde entonces
escribo poemas y riego semillas,
vivo al rojo vivo
buscando arco iris
después de cada tormenta.
Matria
¿Cómo ambicionar más de lo que podría saciarme?
Cuando prefiramos reconciliarnos por hartazgo a la guerra,
perderán protagonismo
las armas y los mecanismos de defensa,
si todo quedara a oscuras
cooperar no sería un sacrificio.
Madre,
de ti nos hemos olvidado
pero estamos más cerca que nunca
cómo nunca lo hemos imaginado,
guíanos por senderos boscosos
al refugio que nace de tu recuerdo,
al sustento que brota de las raíces,
al origen,
a la fuente que desaparece las preguntas
que conforman la orquesta de mi insomnio.
Este gran misterio se llena de luz
y mi sombra adquiere maestría,
si por algún motivo o circunstancia llegase a olvidarlo
abrázame con la misma fuerza del viento,
madre
agradezco tus cimientos
donde me limpia del peso la corriente
que lleva cuesta abajo
coros de ángeles
y cantos de sirenas.
SANTIAGO CASTRILLÓN QUINTERO (Medellín, Colombia, 1997). Poeta y trovador. Apasionado y defensor de la vida campesina. Desde los 13 años compone trovas, odas que le dedica a las montañas de San Cristóbal. Interesado en la literatura de contexto, encuentra en la palabra poética una reivindicación contra la injusticia social. Algunos de sus textos han sido publicados en el libro Antología del amanecer (2021), también participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022 “Memorias e identidades rurales”.
Éxtasis extravíos
Siento en la intemperie
Un ritmo, una melodía…
Compatible conmigo tal vez
La vida es una canción
Diferente en cada escenario
Como lo soy yo de voz
De baile, de andar y de caminar
De entrar, salir y de saludar
Me van a despedir
Empezaré a volar
Todos los seres alados
Me enviarán nuevos vientos
Cantaré, Correré, miraré
Seré distinto a todos
Ya dirán, se preguntarán
Quién soy, de dónde vengo
Para dónde voy
Les gritaré una canción
Todos creían conocerla
Será peculiar entonces
se moverán como nunca.
Entre la mar y yo
Infinidad de caricias
Climatizan mi anatomía
Alivianan mis sentidos
Rumores bríos
Esculpen mi ánimo
Pincel y lienzo sin forma
Metamorfosis psíquica
Desata la materia gris
En un cuerpo sin fin
Donde se impone únicamente
Hallar la luz propia
Viviré con tus secuelas
Aún en el quinto elemento
Vibraciones irreverentes
Gigantesco augurio de libertad.
MARIANA BALBIN (Medellín, Colombia, 1998). Joven estudiante de filosofía del corregimiento San Cristóbal. Encuentra en la literatura la expresión del drama de la vida y en la filosofía las preguntas que acompañan al hombre alrededor de su existencia como individuo y como género. Sus influencias filosófico-literarias más destacadas son Porfirio Barba Jacob, Hegel, Juan Rulfo, Leopoldo Zea y León de Greiff. Participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022 “Memorias e identidades rurales”.
Nostalgia
En ella esperamos algo ya pasado,
Diferente a la esperanza.
En la nostalgia se sabe que no hay forma de que las cosas vuelvan a ser como antes.
Campanas
Intentaba gritar,
casi como una necesidad
de salir de la campana, de descargarme,
pero no podía…
mi voz era muda y me ahogaba en el intento.
Retorno a mí
Percibo de nuevo el manto que nos cobija:
sus colores,
su inmensidad.
Retorno a mí,
Recobro la imaginación y los sentidos,
-esos que permiten sentir el roce de mi mano con la orquídea que florece en el jardín-.
Retorno a mi…
El ocaso y el amanecer: el fin y el comienzo inacabable de los días,
Se presenta de nuevo, ante mí, como algo asombroso y cautivador;
El tedio se discurre mientras observo el ave que se posa en mi árbol,
Todos los días y a la misma hora.
Y, sin embargo, no es la misma ave de ayer.
Yo no soy la misma.
Retorno a mí.
La calma habita.
SEBASTIÁN BOTERO RESTREPO (Medellín, Colombia, 1995). Joven apasionado por el rock, en especial, el heavy metal y la escritura. Entre sus influencias literarias están las lecturas de Charles Bukowski, Andrés Caicedo, Jack London y Edgar Allan Poe; también sigue las novelas de aventura, relatos de terror o suspenso. Ha publicado algunos de sus escritos en la Revista Literaria Ouroboros y en el libro Antología del amanecer (Medellín, 2021). Se desempeña como gestor cultural en la Corporación Ouróboros.
Como un perro
Te esperaba como un perro ansioso detrás de la puerta en aquellas tardes que nunca volverán
Me estimulaban tu aroma y tu tacto llevándome a un estado de emoción casi animal.
Igual que un perro me recostaría en tus piernas solo mirándote, disfrutando la calma que me daría sentirte cerca.
Tengo fantasías con lo que te haría cumpliendo los deseos que me inspiran los instintos más básicos que me despiertas, pero también pienso en la patética ternura de un cachorro con la que te trataría.
Y sin ti, ahora que estás lejos, también soy como un perro, un perro que va de aquí para allá buscando calor en lugares equivocados.
Un perro que enseña los dientes por el dolor de las viejas heridas con tu nombre que no sanan.
Un perro que después de conocerte ahora está abandonado.
Un callejero que se alimenta de sobras de afecto
Y solo busca a quién cuidar
A quién querer.
Lunes, 9 p.m.
Sentado en una banca bajo la oscuridad de un árbol que me cubre de las luces blancas y naranjas, miro a mi alrededor.
Al frente veo tres jovencitas atractivas que hablan entre ellas y se ríen.
En las escalas de lo que en otro tiempo era un bar, un hombre y una mujer de no más de 20 años con dos niños pequeños acomodan cartones y plásticos para pasar la noche.
En otra banca, un tipo come algo mientras le sonríe a la pantalla del celular.
Una joven madre pasa con su hijo tomado de la mano.
Diferentes imágenes que por alguna razón me generan cierta melancolía.
La tristeza de estar solo en el lugar donde antes estuve con alguien especial.
El vacío de lo que fue, ya no es y no será.
El miedo y la desesperanza por lo que depara el futuro.
MARTA LIGIA VÉLEZ (Medellín, Colombia). Escritora del corregimiento San Cristóbal. Ha dedicado su vida a la docencia. Disfruta salir a caminar y apreciar los dones de la naturaleza. Durante los últimos años ha participado en los talleres de creación de fanzines de la Corporación Ouroboros. También participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022, “Memorias e identidades rurales”.
Milagro natural
De su casa hacia la tienda
Ella sale con gran prisa
Sin contar que con dulzura
La sorprendiese la brisa.
No esperaba la lluvia
Ni sus tiernas caricias, que la obliga a quedarse,
Hacer pausa disfrutando el aroma de un buen café
En un sitio reconocido de su pueblo.
No pudo resistir, sus caricias, sus besos, abrazos, ternuras y
Gustosamente se quedó quieta ante tanto amor.
Ella no entendía si lloraba, reía, le hablaba o simplemente
Era un bálsamo de gotas frescas de lluvia que su mente transformó.
CRISTIAN CAMILO CARMONA (Medellín, Colombia). Estudiante de filosofía de la Universidad de Antioquia, poeta por vocación pero obrero por necesidad. Actualmente vive en el corregimiento de San Antonio de Prado, de Medellín.
Agua
Quiero ser agua
Para correr libre por tu cauce
Agua que fluye desde la montaña
Y recorre su ladera.
Golpear con fuerza la piedra
Caer impetuoso por la cascada
Fundirme majestuoso en un delta
Desembocar en el amplio seno del mar
Abrazar los continentes
Conformar el frío hielo polar
Evaporarme y ascender
hacia el azulado cielo que nos cobija
surcarlo cándido y suave
como una etérea nube
o potente como tormenta.
Quiero ser agua que desciende
Gota a gota en forma de lluvia
Mojar el suelo por el que caminas
Bañar la tierra que nos ampara
Refrescar la montaña
Y nuevamente descender de ella
Entre escarpados riscos
Y apacibles valles.
Quiero ser agua para ser vida
Quiero ser río, mar, nube y lluvia.
Quiero ser agua
Para que me necesites
Cada día
Cada mañana.
Flor de montaña
En medio del verde variado
que engalana tus montañas
y del horizonte azul
que sobre ellas se alza
indemne se encuentra
tu belleza blanca.
Buscando en la memoria
aquellos días felices
anhelé encontrarte
como te encuentro ahora.
Si supieras que a lo lejos
desde el Valle de Lágrimas
estos ojos te han buscado
allá en lo alto, donde moras
Hoy, después de un tiempo
desperté con un deseo
intenso y alocado
por recorrer tu mundo mágico
Para subir a tus verdes cimas
y cruzar tus cristalinas aguas
vestí mi corazón de inocencia
y mis pies de un par de botas
En medio de la inmensa
majestad de tus montañas
encontré intactas, en la memoria,
las vivencias de mi infancia
De nuevo estoy aquí
en el mismo lugar
que habité una vez
evocando al niño que fui
jugando a ser feliz
como entonces jugaba:
descubriendo el mundo
buscando guayabas
Vine aquí a hablar conmigo
pero es lo divino quien me habla ahora
a través del trino de las aves
o del rumor del viento entre las hojas
Hoy me hablan las viejas piedras
que habitan la quebrada
presurosa y cristalina;
me hablan también sus aguas
Atento, con el corazón dispuesto
escucho con el oído
con el tacto y la mirada;
percibo el lenguaje divino
y con mis manos intento
plasmarlo en humanas palabras
Te miro, observándolo todo
y aguardando nada
siempre bella, siempre blanca
Flor de Montaña.
LUIS EDUARDO ÁLVAREZ (Medellín, Colombia). Poeta y psicólogo (Universidad de Antioquia). Fundador de la Revista Literaria Ouroboros (2011), proyecto cultural que se plantea como una práctica social de la literatura. Lector asiduo, escribe poemas desde los 11 años. Interesado en la magia, la alquimia y la creación literaria. Ha publicado de manera independiente los siguientes libros con la editorial Ouroboros. Poesía: Guía poética de flores (2017) y Extinción de luz (2018). Magia: El círculo de piedra (2017), El jaguar volador (2018). Ciencia ficción: Beth: ciudad viviente (2018). Algunos de sus poemas han sido publicados en el libro Antología del amanecer (2021). Participó con la lectura de su poesía en el Festival Literario Ouroboros 2022 “Memorias e identidades rurales”.
MYRSINE CENTRODESMA
Tu caricia va de lo sutil a lo imposible
La leche neón de tu linterna hacia la boca
Siempre fiel a la versión primitiva
No hay lugar más terrible que tu ombligo
Ni presencia más eterna que tu sombra.
PHYTIUM PRISMÁTICO
Danza incendiaria con un lagarto moribundo
FUERA DEL ORDEN INTERNACIONAL
Trae la muralla de lo mejor de tus prisiones
Desiertos que patrullan alrededor de las víctimas
Con récords de campeonato
La sangrante cabeza de TIAMAT
PERTURBADA LA AURORA POR UNA CIFRA DE MIEDO
¿Las armas babilónicas se vinculan sin conciencia?
¿Percibimos el exterminio a posteriori embrujados por el tedio?
Pesadilla cotidiana que devasta lo alterno
Fumarada sube sin puntos suspensivos
Elemento extático bio-digerido por una macabra simpleza
Bisturí del argumento que cae en espiral
Meandro Anubis hacia los vocablos
Desconectados de la seriedad
Postura maquinal e insípida contra el rostro.
WENDY VALERIA GARCÍA (Medellín, Colombia, 1996). Joven, madre, emprendedora, estudiante de diseño de moda. Promotora en agroecología, defensora de los derechos humanos y de la tierra. La sensibilizan las artes plásticas. Le parece importante la lectura y la escritura para dignificar la vida de las personas. Algunos de sus poemas han sido publicados en el libro Antología del amanecer (2021). Recientemente participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022, “Memorias e identidades rurales”.
***
Deseo eliminar las barreras de mi mente
que no me dejan ver más lejos de mí.
Quisiera que se diluyan los muros de la conciencia
que sin querer hemos construido como fortaleza para no incomodar.
Me gustaría que se deshagan las altas edificaciones
que nos separan como hermanas
y no nos dejan ver lo cerca que estamos la una de la otra.
Y es que la vida cuesta, pero cuesta más sin ti.
Mi identidad es campesina
Para describir mi territorio debería tener presente que yo soy mi territorio y que no estaría dispuesta a callarme lo que me incomoda por el jadeo de aquellos que han querido verme presa de las costumbres del mundo.
Hoy este territorio que habito, que pienso, que cuido y que me cuestiono, se siente alegre por no haberles permitido a “esos que yo admiraba” vanamente hacerse cargo de mis designios.
Y este territorio que es libre de nacimiento hoy celebra en dignidad, por no haber sido presa de su arte ligero.
Que además de todo ¡no me pudieron comprar!
Por tener ideas propias y que nunca nadie me va a cuestionar.
Yo me celebro y yo me canto, por eso siempre me guardé, por eso nunca les creí. Por eso nunca pregunté. Por eso seguí adelante sembrando en mis caminos.
Senderos que me llevan más lejos de mí.
Manteniendo viva la memoria.
Semillas de resistencia.
Viento
Un día cualquiera cuando la vi, me pregunté cómo hacer para capturar en esencia el valor de su vuelo. Revoloteaba salvaje al viento mientras sabía llenarme de luz. Era como un suspiro profundo, me alimentaba la mirada tan solo con verla de lejos.
Me alentaba en espíritu a recibir el sol para desplegar mis propias alas y permitirme volar. Tanto tiempo esperando ese encuentro… Comprendí que de alguna manera para vivir hay que sentir con los ojos, creer que se tienen alas ¡y volar!
ANDRÉS CASTRO MEJÍA (Guachetá – Colombia). Aficionado a la literatura, poesía y diversas manifestaciones artísticas. Su hacer es de obrero, ha leído sus textos en diferentes eventos culturales: Lecturas Líbido (2019) y Festival literario Ouroboros (2016). Participante asiduo del ciclo de Poesía Life 2.0 (Colombia, 2020-2022). Participó como poeta invitado en el Festival Literario Ouroboros 2022 “Memorias e identidades rurales”.
AmalaKa
Te traigo una amalaka en la mano
En la que puedes descifrar el universo
En mil noches se ha gestado su color
Al buscar una palabra para conciliar tu nombre
Para que el viento no borre tus huellas sobre la arena
Y conservar en la mano el saber del silencio que habla a los ojos
Te traigo una amalaka para dejarla en tus párpados
Sembrada en el campo de tus labios que hablan del futuro
Regada por el río del pasado
En el futuro pasional que brotara de tus labios
La dejo sobre tu pecho
Para que su aroma alimente los sentidos profundos del alma
Te traigo una amalaka
Que he encontrado entre la nieve
La corté con el deseo del amor
De verle florecer en tú jardín de ensueñosTe traigo un ápice de tiempo
Donde se percibe cada ser inmóvil en el limbo
Y en sus pétalos crecen las infinitas memorias de criaturas
Escondidas en el ápice de la humanidad
Allí, el recuerdo de todo lo que existe es acariciado por tus ojos
Te traje esta amalaka para dejarla en tus manos
Como un símbolo de lo eterno que ha de perecer.
DANILO ARBOLEDA (Medellín, Colombia). Estudiante de arquitectura. Le apasiona dibujar y escribir.
[Acto I]
Nunca renunciaré al designio campesino,
sería renunciar al suelo que recibió mi vida,
al aire que llena mis pulmones, al racimo,
preferiría vivir sin nombre en el olvido.
Nunca me habitará pájaro de la vergüenza
al decirme ¡montañero!, Ni a mi padre.
Ni olvidar, no puedo, que no derramé
gotas de llanto en la tumba de mi abuelo.
El olor de esta tierra me perfuma el alma
me hincha el pecho y la vida, la sed.
Me regalará en la muerte el sol poniente
sacudiendo con ardor lo que se caiga.
Vivo con temor a olvidar de dónde vengo
como si lo que fuera no estuviera ya hecho,
como si esa vida ya no la estuviera viviendo.
Vivo con temor a nombrarme olvido,
porque temo amar lo que no he vivido,
porque ni mi propia tierra me brinda abrigo.
Ahora sé que soy de esa tierra un suspiro,
ahora sé que estas montañas son mi nido.
CARMEN ÁLVAREZ (Betulia, Colombia). Actualmente vive en el corregimiento San Cristóbal. Es Licenciada en Pedagogía Infantil de la Universidad del Tolima y Magíster en Entornos Virtuales de Aprendizaje de la Universidad de Panamá. Le gusta la escritura, aprovecha diversos espacios o hechos reales de la cotidianidad para plasmarlos de acuerdo con su sentir. También disfruta de la naturaleza, el paisaje a través de caminatas, percibiendo los ambientes que se contrastan en los diferentes lugares. Algunos de sus poemas fueron publicados en el libro Antología del amanecer (Medellín, 2021). Recientemente, participó como poeta local en el Festival Literario Ouroboros 2022, “Memorias e identidades rurales”.
Cambios inesperados
Un día inesperado se transformó la ciudad, la cubrió una niebla misteriosa e invisible que opacó todo de un momento a otro, todos los seres cambiaron los comportamientos, se perdió la interacción, sus casas se convirtieron en oficinas, los comercios cerrados, no hubo espacio para compartir, las calles aisladas, los parques extrañaron a los niños, los ancianos desearon el espacio en sus sillas en el parque donde intercambiaban historias. Los que sí disfrutaron al máximo fueron algunos animales deambulando en las calles, disfrutando la soledad intermitente; la naturaleza recuperó su frescura, fue un respiro que solicitaba urgente. No niego que los cambios nos congelaron en el tiempo y cada uno sacó lo mejor de sí para reinventar, enseñando que de las dificultades nacen los grandes, los creativos que dan sentido a la historia de la humanidad, donde la fe y el amor vencen en todos los espacios conllevando a un mundo ideal cargado de nuevos sueños y esperanzas.
Divagando en pensamientos
No sé si son miradas extraviadas que, de pronto, se encontraron en medio de la confusión en un pequeño parque donde visualizaba un arriero, una obra central del lugar cuyo momento requería de admiración y a través de este se buscaba respuestas a las coincidencias de la vida, tratando de comprender el porqué de cada situación. Sin darse cuenta se dejaron de observar perdiéndose en la dimensión del tiempo hasta ocultar la puesta del sol, sin saber el día y la hora que se reencontrarían. O se olvidarían al recordar aquel campanario con ruidos estremecedores anunciando un inicio o quizás un final que no parecieron culminar. Querido parque, un poco extraña tu forma, tu pequeñez, con sus habitantes posados sobre sus muros, cada instante buscando una nueva historia y deleitándose la mirada en cada ser con sus distintas realidades, divagando en cada atardecer, cómo no recordarte corregimiento San Cristóbal, si en cada atardecer esperaba un nuevo encuentro para recorrer tus senderos y agotar los momentos, sin olvidar que ya eres parte de mi historia y me llevo un pedacito de ti, a cada sitio donde me dirija dejaré un legado sin fin.
YULY ANDREA DURANGO FLOREZ (Medellín, Colombia). Poeta y filósofa, egresada de la Universidad de Antioquia. Directora de la Revista Literaria Ouroboros desde 2016. Coordinadora de la editorial Ouroboros y tallerista en procesos de creación literaria. Interesada en las resonancias de la escritura poética en la filosofía. En su escritura se vislumbra la huella de los poetas colombianos Héctor Rojas Herazo, Mercedes Carranza y José Manuel Arango.
Al pie de la piedra
Serena y derrotada se envuelve en mi voz
el agua precipitada
presa en la hondura, yace la marea.
¿Quién soy?
Piedra-humedad- río
La mañana se fue
Boca sin sal
¿Soy yo?
Amarre del alba
Sentiré la vida en un minuto.
Puntuación de la tarde
Sentada frente a árboles dóciles
al viento y al lenguaje
veo las flores caer, iridiscencia de la tarde
colores del ocaso que cubren esta mano
y su tinta.
Amarillo-verde-verdee-verdeee-amarillo
arriba y debajo de golpe
el color entra a las manos
habitando
respirando
Los transeúntes pasan
los niños salen sonrientes
los autos esperan la noche
aguardan la caída de las rosas
puntuación de la tarde
la noche teje su espera
los niños afuera gritan y saltan
alrededor intentamos crear algo
expresiones iluminadas
por rostros vivos
manos que crean
el día a día
el regazo del alba…