En 1892 nace Alfonsina en Sala Capriasca, cantón suizo. Luego de cinco años por fuera de Argentina, los Storni regresan a San Juan con una hija más. Se trata de Alfonsina. Pero ahora la familia se enfrenta a una preocupante crisis económica. A temprana edad tuvo que abandonar sus estudios para colaborar en la casa y ayudar a suplir los reveses de fortuna de la familia. Alfonsina pasará su infancia en la provincia andina de San Juan. Su padre, Alfonso Storni, en un intento desesperado por recuperarse económicamente arriesga los últimos ahorros en abrir un café bar y se mudan a Rosario. En ese nuevo vecindario, Alfonsina se dedica a lavar platos y atender mesas. Tenía entonces solo diez años. Su padre murió en 1906, sumido en la depresión y el alcohol debido a su fracaso económico.
Tras las máscaras y la creación
Josefina Delgado, en la biografía que realiza sobre la poeta argentina nos brinda detalles interesantes de la afición de Alfonsina en su infancia por mentir. Este capricho de invitar a sus maestros a mansiones y casas de vacaciones, recuerdos de la aristocracia de su más tierna infancia, le acarrearán problemas en la escuela y con los vecinos más cercanos. Más tarde, su madre Paulina, intercede ante un director de teatro de la provincia para que le realice una audición a su hija. Alfonsina, entusiasmada se conoce todo el papel que ha escuchado ensayar a su madre. Es entonces cuando la niña de provincia sale por primera vez de su pueblo y recorrerá el interior del país como actriz.
En estas representaciones, Alfonsina descubre el anhelo de comunicar con el cuerpo, manifiesta el deseo de expresar a los otros un cúmulo de sensaciones. No más el encierro en la provincia y el trabajo en la fábrica de gorras. Así lo afirma Delgado, recorre Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santiago del Estero y Tucumán” (2011, 20). Tiempo después está cansada de trasladarse, le aburre la compañía: “A los trece años estaba en el teatro. Este salto brusco, hijo de una serie de casualidades, tuvo una gran influencia sobre mi actividad sensorial, pues me puso en contacto con las mejores obras del teatro contemporáneo y clásico (…). Pero casi una niña y pareciendo ya una mujer, la vida se me hizo insoportable. Aquel ambiente me ahogaba. Torcí rumbos…”. (Cit. Delgado, 2011, 21).
De regreso a Rosario, la espera la noticia de que su madre se ha mudado al pueblo Bustinza, se ha casado con Juan Perelli con quien tendrá otros hijos. Allí ha abierto una escuela domiciliaria donde acoge algunos alumnos. El sueldo es poco, le alcanza apenas para cubrir las necesidades básicas de la familia, aunque con el tiempo le permiten vivir cómodamente y en paz. Convence a Alfonsina de ayudarle como maestra rural. Alfonsina piensa que debería hacer algo más por su futuro, así que decide obtener la licenciatura para abrirse paso sola y lograr más oportunidades.
Años después le dedicará este poema a Paulina:
Palabras a mi madre
No las grandes verdades yo te pregunto, que No las contestarías; solamente investigo Si, cuando me gestaste, fue la luna testigo, Por los oscuros patios en flor, paseándose. (…) Porque mi alma es toda fantástica, viajera, Y la envuelve una nube de locura ligera Cuando la luna nueva sube al cielo azulino. Y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros, Arrullada en un claro cantar de marineros Mirar las grandes aves que pasan sin destino.
Con el objetivo de alcanzar un certificado de maestra, se traslada a la provincia de Coronda donde vive con una familia que la acoge y le permite terminar los estudios de normalista. Luego para hacer algo de dinero, irá a bares a cantar los sábados. Las personas del pueblo comienzan a murmurar sobre las salidas de una chica sola en las noches. Así que preparan una velada en que la invitan a cantar, con el único fin de exponer a la muchacha que canta en los bares, se burlan, la señalan. Situación que la deprime y con la que conocerá su primer impulso por desaparecer de la faz de la tierra. Se ausenta durante varias horas en el puerto del pueblo, sola contempla el mar y llora. Así nos lo cuenta Josefina Delgado en la biografía que hace de la poeta:
“Para celebrar el aniversario de la batalla de San Lorenzo, las autoridades escolares organizan un festejo en las barrancas del Paraná, y luego de haber cumplido con todas las formalidades alguien le pide a Alfonsina que cante. Ésta, feliz de ser una vez más reconocida en sus aptitudes, sube al tablado adornado con banderas argentinas y canta la “Cavatina” de El barbero de Sevilla, de Rossini. Le piden un bis, las canciones se suceden hasta que alguien aprovecha un silencio para concretar la sospecha que a todos invadía: esta muchacha es la misma que canta los domingos en Rosario, en un lugar de fama incierta. Todos murmuran, algunos la señalan, otros se ríen.” (Delgado, 2011, 24).
Alfonsina piensa en la incomprensión a la que se ve sometida por los otros. Los demás no pueden comprender que esta joven, huérfana de padre y pobre, salga a buscar otras fuentes de dinero cantando. Antes de conocer la versión de la misma Alfonsina, se la tacha, se la anula como sujeto autónomo. El episodio pasará dejando una marca indeleble en la poeta, rumores y señalamientos la perseguirán, pero aprenderá a asumir el precio de la libertad que desea a pesar de las costumbres de la época.
Van pasando mujeres…
Cada día que pasa más dueña de mí misma, sobre mí misma cierro mi morada interior; en medio de los seres la soledad me abisma. Ya no domino esclavos ni tolero señor. (Storni, 2015, 143).
Durante esta época de enseñanza rural, conoció a un hombre casado del ambiente político y periodístico con el que sostuvo un romance. Se queda embarazada y sola. Así que no le da más vueltas al asunto, y después del señalamiento y sometimiento a la burla en ese mismo pueblo, sospecha que no conseguirá un empleo como maestra siendo madre soltera.
La loba
Yo soy como la loba. Ando sola y me río del rebaño. El sustento me lo gano y es mío donde quiera que sea, que yo tengo una mano que sabe trabajar y un cerebro que es sano. (…) Yo soy como la loba. quebré con el rebaño y me fui a la montaña fatigada del llano. (Storni, 2015, 46).
Traslado a Buenos Aires: El sentido de una elección.
Finalmente decide mudarse a Buenos Aires defendiendo su derecho a la maternidad como madre soltera. En 1912 nace su único hijo, Alejandro. Se ve enfrentada a iniciar desde cero, tiene diecinueve años y ya debe cuidar de otro ser. Por ese tiempo, consigue un empleo de cajera, pasa varios años en tareas comerciales. Con gran esfuerzo consigue escribir durante las noches, después de regresar del trabajo.
Las tareas de una cotidianidad dura y hostil en Buenos Aires se ven recompensadas cuando encuentra un respiro y conoce el ambiente intelectual de la ciudad. Comienza entonces a pasarse por las oficinas de diarios y revistas donde insiste colaborar con sus poemas. Conoció grupos literarios, asistió a charlas, así encontró el camino para sacar a la luz su primer libro, La inquietud del Rosal en 1916. Se podría decir que 1916 es su año fundamental, surge en Alfonsina el íntimo deseo de ser poeta y convertirse en una autora. La pequeña ave de provincia sueña ahora con desplegar sus alas y comunicar sus letras a zonas más alejadas. Buenos Aires ya no es suficiente, ha dado su primer escalón y siente el ferviente deseo de alcanzar más.
Alfonsina, escritora en revistas y diarios.
Esta temporada es muy interesante en la trayectoria de la poeta argentina. En primer lugar, se encuentra con una oferta de trabajo muy llamativa: “Se busca corresponsal psicológico”. Alfonsina se entusiasma y con gran ánimo acude a la cita de entrevista. Cuando llega al lugar se encuentra con una fila de más de cien hombres, pero como ella afirma de sí misma, su entusiasmo la sobrepasa y no se desanima. Consigue el puesto de trabajo. No obstante, no todo son buenas noticias, el salario se ve reducido a la mitad del ofertado antes por su condición de mujer.
Tao-Lao: La sabiduría atrás de los seudónimos.
Más tarde un amigo le recomendaría encargarse de la sección femenina en los diarios La Nación y Crítica. También colaboró con ensayos, notas periodísticas en la revista literaria Nosotros. Esta etapa de la Alfonsina escritora y prosista feminista es poco difundida. Colaboraría con ensayos y notas con la columna “Bocetos femeninos” del diario La Nación, textos publicados bajo el seudónimo de Tao-Lao desde 1916.
Además de poesía, Alfonsina también escribía cuentos, novelas breves y algunas piezas de teatro. En 1928 viajó a España donde tuvo la oportunidad de conocer a otras mujeres escritoras, algunas le dedicaron algunos de sus poemas. Alfonsina es diagnosticada con cáncer en 1935, año desde el que se somete a tratamientos y cirugías. Debido a los dolores prolongados, su condición de enferma intensificó sus periodos depresivos, sumado a los suicidios de sus amigos Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones.
A principios de 1938 es invitada por el Ministerio de Educación Pública de Uruguay a un acto que reunirá a las tres poetas americanas del momento: Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Le piden que en la charla comparta con el público su manera de escribir y crear. Muy entusiasmada por la conferencia que tendrá lugar, titula su charla “Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj”.
Meses antes de su muerte, alcanza a ver publicado su último libro de poesía Mascarilla y trébol en 1938. Decide poner fin a su vida el 25 de octubre de 1938 en Mar del Plata. Sus biógrafos coinciden en afirmar que saltó de una escollera al mar, cerca de ahí se encuentra un monumento que le rinde homenaje hoy. A continuación, el último poema que escribió: “Voy a dormir”.
Voy a dormir…
DIENTES de flores, cofia de rocío, manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados. Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabecera; una constelación; la que te guste; todas son buenas: bájala un poquito. Déjame sola: oyes romper los brotes… te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que olvides… Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…
Premios y reconocimientos:
1920: recibe el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura por su libro Languidez.
1922: Participa en el Banquete de los Intelectuales, acude como la única representante mujer.
Poesía de Alfonsina Storni: “Te diré lo que pasa”.
La poesía de Storni es una eclosión liberadora de sentido, una toma de conciencia que busca cuestionar la hegemonía de los poderes que organizan un mundo desde las palabras. Su aventura poética busca la reunión y la compañía, su revelación se logra entre nos, invita a reunirnos sin miedo, a conocernos desde la cotidianidad, el sentimiento y el cuerpo. La palabra es contacto epidérmico, caricia acuática que cuestiona los poderes de una tradición de mármol.
El orden establecido es para Alfonsina Storni una consecuencia de un poder antiguo, patriarcal, que determina y dispone los géneros y sus jerarquías sociales y culturales. Sus poemas rasgan la frontera de la mente tradicional, desvirtúan los roles comunes, regeneran el lenguaje. En este sentido sus poemas son tanto una manera de vivir como una renovación de la vida y de las costumbres, una renovación del signo mujer y de la misma poesía latinoamericana.
Desde su lectura de la humanidad podemos adivinar que nuestras vidas como seres sociales están determinadas por contextos históricos, económicos y culturales en que la poesía como ejercicio de construcción de identidad e interpretación de nuestras circunstancias nos abre una posibilidad infinita. La poesía de Alfonsina Storni abre la puerta no sólo a una relectura de la mujer, de lo femenino, sino que también estimula la interpretación imaginativa más allá de los dualismos en que se encasillan las luchas de género. La expresión del propio ser y la libertad de acción nos compromete como especie poetizante a permanecer atentos a los poderes con que la palabra construye nuestro mundo cotidiano y corporal. Buscamos en su poesía, desde una lectura diferente, la realidad infinita de la palabra.
Obra poética:
La inquietud del rosal (1916)
El dulce daño (1918)
Irremediablemente (1919)
Languidez (1920)
Ocre (1925)
Poemas de amor (1926)
Mundo de siete pozos (1934)
Mascarilla y trébol (1938)
Antología poética (1938)
A Eros
HE aquí que te cacé por el pescuezo a la orilla del mar, mientras movías las flechas de tu aljaba para herirme y vi en el suelo tu floreal corona. Como a un muñeco destripé tu vientre y examiné sus ruedas engañosas y muy envuelta en sus poleas de oro hallé una trampa que decía: sexo. Sobre la playa, ya un guiñapo triste, te mostré al sol, buscón de tus hazañas, ante un corro asustado de sirenas. Iba subiendo por la cuesta albina tu madrina de engaños, Doña Luna, y te arrojé a la boca de las olas.
Palabras a Delmira Agustini
ESTÁS muerta y tu cuerpo, bajo uruguayo manto, Descansa de su fuego, se limpia de su llama, Sólo desde tus libros tu roja lengua llama Como cuando vivías, al amor y al encanto. Hoy, si un alma de tantas, sentenciosa y oscura, Con palabras pesadas va a sangrarte el oído, Encogida en tu pobre cajoncito roído No puedes contestarle desde tu sepultura. Pero sobre tu pecho, para siempre deshecho, Comprensivo vigila, todavía, mi pecho, Y, si ofendida lloras por tus cuencas abiertas Tus lágrimas heladas, con mano tan liviana Que más que mano amiga parece mano hermana, Te enjugo dulcemente las tristes cuencas muertas.
Dolor
Quisiera esta tarde divina de octubre Pasear por la orilla lejana del mar; Que la arena de oro, y las aguas verdes, Y los cielos puros me vieran pasar. Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, Como una romana, para concordar Con las grandes olas, y las rocas muertas Y las anchas playas que ciñen el mar. Con el paso lento, y los ojos fríos Y la boca muda, dejarme llevar; Ver cómo se rompen las olas azules Contra los granitos y no parpadear Ver cómo las aves rapaces se comen Los peces pequeños y no despertar; Pensar que pudieran las frágiles barcas Hundirse en las aguas y no suspirar; Ver que se adelanta, la garganta al aire, El hombre más bello; no desear amar… Perder la mirada, distraídamente, Perderla, y que nunca la vuelva a encontrar; Y, figura erguida, entre cielo y playa, Sentirme el olvido perenne del mar.
Tú me quieres blanca
TÚ me quieres alba, Me quieres de espumas, Me quieres de nácar. Que sea azucena Sobre todas, casta. De perfume tenue. Corola cerrada. Ni un rayo de luna Filtrado me haya. Ni una margarita Se diga mi hermana. Tú me quieres nivea, Tú me quieres blanca, Tú me quieres alba. Tú que hubiste todas Las copas a mano, De frutos y mieles Los labios morados. Tú que en el banquete Cubierto de pámpanos Dejaste las carnes Festejando a Baco. Tú que en los jardines Negros del Engaño Vestido de rojo Corriste al Estrago. Tú que el esqueleto Conservas intacto No sé todavía Por cuáles milagros, Me pretendes blanca (Dios te lo perdone), Me pretendes casta (Dios te lo perdone), Me pretendes alba! Huye hacia los bosques; Vete a la montaña; Límpiate la boca; Vive en las cabañas; Toca con las manos La tierra mojada; Alimenta el cuerpo Con raíz amarga; Bebe de las rocas; Duerme sobre escarcha; Renueva tejidos Con salitre y agua; Habla con los pájaros Y lévate al alba. Y cuando las carnes Te sean tornadas, Y cuando hayas puesto En ellas el alma Que por las alcobas Se quedó enredada, Entonces, buen hombre, Preténdeme blanca, Preténdeme nivea, Preténdeme casta.
Capricho
ESCRÚTAME los ojos, sorpréndeme la boca, Sujeta entre tus manos esta cabeza loca; Dame a beber, el malvado veneno Que te moja los labios a pesar de ser bueno. Pero no me preguntes, no me preguntes nada De por qué lloré tanto en la noche pasada; Las mujeres lloramos sin saber, porque sí: Es esto de los llantos pasaje baladí. Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto, Un mar un poco torpe, ligeramente estulto, Que se asoma a los ojos con bastante frecuencia Y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia. No preguntes, amado, lo debes sospechar: En la noche pasada no estaba quieto el mar. Nada más. Tempestades que las trae y las lleva Un viento que nos marca cada vez costa nueva. Sí, vanas mariposas sobre jardín de Enero, Nuestro interior es todo sin equilibrio y huero. Luz de cristalería, fruto de carnaval Decorado en escamas de serpientes del mal. Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta: Movilidad absurda de inconsciente coqueta. Deseamos y gustamos la miel de cada copa Y en el cerebro habernos un poquito de estopa. Bien; no, no me preguntes, Torpeza de mujer, Capricho, amado mío, capricho debe ser. Oh, déjame que ría… ¿No ves qué tarde hermosa? Espínate las manos y córtame esa rosa.
Peso ancestral
TÚ me dijiste: no lloró mi padre; Tú me dijiste: no lloró mi abuelo; No han llorado los hombres de mi raza, Eran de acero. Así diciendo te brotó una lágrima Y me cayó en la boca… más veneno Yo no he bebido nunca en otro vaso Así pequeño. Débil mujer, pobre mujer que entiende, Dolor de siglos conocí al beberlo; Oh, el alma mía soportar no puede Todo su peso.
Bibliografía
Storni, Alfonsina (2015). Antología mayor. Madrid: Hiperión.
Delgado, Josefina (2011). Alfonsina Storni. Una biografía esencial. Buenos Aires: Debolsillo.