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Adriana Letechipía Salcedo / ETERNIDADES

En portada de ETERNIDADES : Sagaz, Carlos Alberto Jacanamijoy Quinchoa.

ESPERANZA

—¿Qué traes ahí? —dijo la temiki mientras blandía un cuchillo.
—Déjame ir, ninguna tiene por qué hacer esto —contesté a sabiendas de que la razón no rondaba por su cabeza.
—Muestra lo que traes y decidiré si te puedes ir —un poco de saliva resbaló por la comisura de su labio. Rápidamente la recogió con la lengua, ni una gota se desperdiciaba en un mundo como el nuestro.
Me quité la bolsa que llevaba a la espalda, la bajé cuidadosamente. Me hinqué sobre el polvo de la calle, con el Ángel de la Independencia como único testigo, la estatua estaba rota en el suelo. La temiki chasqueó la lengua, el sol brillaba terrible sobre nosotras, los pocos árboles a nuestro alrededor se habían secado años atrás. Se distrajo un momento mientras trataba de controlar su ansiedad. La abrí, aproveché el momento para sacar la Herencia, le mostré el plástico rojo con el símbolo de riesgo biológico de la cápsula.
—Así que no traes nada, ¡eh! Ábrela —. El cuchillo reflejaba la luz del sol.
—Preferiría no hacerlo.
—¡Ábrela, te digo! —. El amnios los volvía locos, era como una droga. Podía ver cómo la ansiedad se arrastraba por debajo de su piel.
Abrí la ventanilla y le conté la historia, tu historia.

Ella es mi hermana, fue concebida de manera artificial. Si miras a través de la ventanilla, puedes ver sus ojos, aún ciegos, como dos puntos negros en el primordio de su rostro. A veces no puedo dormir al pensar si sabrá que lo único que la separa de este mundo maldito es el polímero de la cápsula.
Papá la llevaba conectada al cuerpo todo el tiempo. Una manguera de plástico suave enviaba su sangre al filtro trasero para mantener la homeostasia artificial. Lo reviso cada dos horas para evitar que se contamine y que el nivel de nutrientes sea suficiente.
En verdad querían que naciera, aunque el mundo sea una mierda.
Tras el cambio climático la mayor parte de los animales se extinguieron, incluyendo al ser humano. Crearon los vientres artificiales para repoblar el mundo. Necesitan de un donador o madre, cualquier persona con suficiente sangre, para mantener el nivel de amnios en el óptimo. Un pequeño vial refrigerante con el embrión debe ser insertado por la hendidura de entrada y la magia comienza. La vida se hace presente.
Para que nazca se necesitan de siete a diez meses. Todo depende de la calidad del donador y los cuidados que le den. De preferencia no se debe de abrir la ventanilla porque la luz puede afectar al feto. Confieso que a menudo la abro, sobre todo por la noche para platicar con ella.
La gente creyó que con esto sanaría la sociedad, mi madre estaba entre esos optimistas, no contaban con la locura inherente al ser humano. El hambre asaltó las ciudades desatando el caos y ¡pum!, se acabó la humanidad.
Mucha gente salió a las calles a robar para sobrevivir. Cada vez eran más extremas estas prácticas. A mamá la mataron al tratar de salvar a mi hermana.
Ese día caminábamos hacia el sur, se rumoraba que había un oasis entre la gran sequía. En la mochila llevaban el vientre y diez viales. Dos temikis nos tomaron por sorpresa, uno de ellos traía un anillo de calavera en el dedo medio. El Skullfinger mató a mi madre durante el forcejeo. Papá mató al otro. Ella quedó tendida con un vial en la mano, el resto se los llevó el asesino. Se los beben para sobrevivir unos días más, pero se vuelven adictos y recurren a la violencia para acabar con la ansiedad.
Después de que murió mamá, mi padre implantó a mi hermana y se la colgó. Tomó nuestra tutela, pero fue por poco tiempo. Seguimos buscando aquel “sitio mejor”, desde ahora te lo digo: no existe.

Él murió el día que supo que la sobreviviente era otra niña. La información se descarga en la pantalla del vientre. Sería sana, fuerte, con muy poca probabilidad de manifestar enfermedades genéticas o crónicas degenerativas. Su piel es morena y sus ojos oscuros. Un buen espécimen humano, la llamó Esperanza. Sin embargo, el destino nos alcanzó. Nos encontró de nuevo Skullfinger.
No dejes cabos sueltos, me dijo mi padre antes de darme su revólver llamado Herencia. Siempre me decía que era lo único que me iba a dejar. Con ella mató al asesino de mamá, aunque no fue suficiente para salvarse.
Llegó mi turno y me colgué el vientre. He sido la donadora de mi hermana por casi un mes. No voy a permitir que termine en manos de devoradores de niños.

Un clic rompió la atmósfera. Jalé el martillo de la herencia y una bala se alineó con el cañón, trazando una perfecta línea recta con la cabeza de la temiki. Ella no reaccionó a tiempo pues disparé inmediatamente.
El ruido seguramente alertaría a otros asaltantes.
Su cuerpo cayó entre los carros oxidados, manchando el suelo con sangre y sesos.
Sin soltar a Herencia me incorporé y con el pie verifiqué que estuviese muerta. Tomé la mochila y caminé hacia el rostro del Ángel para que me diera sombra. Frente a él saqué la cápsula completa y abrí la ventanilla. Por primera vez vi tu cuerpo.
Dicen que los bebés escuchan a través del vientre. No sé si recuerdes las voces de nuestros padres, la mía será la última que escucharás. No mereces nacer en este infierno.

Jaló la manguera y una aguja salió de su arteria femoral, la tiró al pavimento. De nuevo levantó a Herencia, otro clic cortó el silencio de aquel lugar. La última bala se alineó ahora con su cabeza, justo a la altura de la sien. Nadie escuchó el disparo, excepto Esperanza. La sangre fue absorbida rápidamente por el suelo seco.
Esperanza flotó gentilmente en el amnios que se encontraba a la temperatura del cuerpo humano, contrastando con el infierno del exterior. Pateaba y acercaba su manita a la boca, chupó su pulgar.
La cápsula emitió una alarma. Nivel de nutrientes bajo. Nivel de oxígeno bajo. Intoxicación por dióxido de carbono inminente.
Ajena al sol que quema el pavimento, Esperanza siente sueño. Le es imposible cerrar los ojos, pero se sume en él para siempre.

ESPERANZA

Adriana Letechipía Salcedo (México): Maestra en Ciencias en Biomedicina y Biotecnología Molecular del Instituto Politécnico Nacional. Miembro de la ALCiFF, es presidenta de La Tertulia de Ciencia Ficción de la Ciudad de México y fundadora del taller permanente y gratuito Gran Colisionador de Textos Especulativos.

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